martes, 24 de abril de 2012

No estamos solos


Mucha gente se queda alucinada cuando mira la naturaleza, nuestro sustento y sostén. A algunos les parece la obra de un ser divino, a otros fruto de la perfecta armonía de las fuerzas que rigen el universo. La belleza de una flor o de un amanecer son algo inevitable, consustancial a ellas. Son como son, independientemente de que te guste o no, te produzcan placer o melancolía. A mí, por ejemplo, me gusta ver el sol filtrarse a través del sólido cristal de mi ventana y acaricar mi piel. Disfruto de ello gracias a incontables razones físicas, químicas y biológicas que lo hacen posible. De hecho, también disfruto conociendo esos misterios (e incluso ignorándolos).

Sin embargo hay algo aún más increíble y que normalmente pasa inadvertido. Cuando me despierto por las mañanas lo hago con un despertador que ha sido fabricado por personas que no conozco. Sus piezas han sido producidas en una punta del mundo y diseñadas por otras personas en la otra. Duermo sobre un colchon hecho por personas y visto mi cama con ropa hecha en algún lugar del mundo también por personas. Los muebles de mi cuarto están hechos de madera de algún lugar del mundo que desconozco por personas que tampoco conozco. Libros, música, papel, pintura, vidrio, barniz, tejidos, plástico, metal... 

Si me paro a pensar en las personas que han contribuído a crear el microcosmos que es mi habitación me entra un vértigo increíble. Tiempo, esfuerzo, ideas, destrezas y conocimientos que no poseo, que no podré poseer en toda mi vida. De hecho, el mismo edificio en el que está mi casa sólo es posible si se hace entre varias personas, solo no podría hacerlo jamás. Y si salgo a la calle resulta aún más asombroso. Carreteras, cultivos, alumbrado, líneas de abastecimiento, comercio, medios de transporte, ocio, sanidad... Todo lo que nos rodea es fruto del trabajo conjunto de la gente. De su empresa común.

El ser humano, aunque se sienta más solo que nunca, depende más de los otros que antes. Yo no sabría hacer prácticamente ninguna de las cosas que me rodean. Algunas no las podría hacer aunque supiera, y otras aunque supiera hacerlas no querría hacerlas jamás. Realmente puedo hacer miles de cosas, como escribir este post, gracias a las manos que montaron mi portátil, que lo diseñaron, que lo comercializaron, los que lo llevaron a la tienda, los que instalaron internet, los que diseñaron blogger y un etcétera infinito.

Cada día nos cruzamos con millones de personas que hacen nuestro mundo posible aunque no las veamos. Que no os engañen las marcas y los nombres rutilantes: a vuestro alrededor hay millones de manos, cuyos dueños tienen nombres y apellidos. Y son ellos los que en última instancia hacen que todo sea posible. Y está claro que lo hacen porque quieren; porque aunque sientan que no pueden negarse, pueden, mientras que la flor o el amanecer no pueden dejar de ser lo que son. Y si les obligan a la fuerza, los que lo hacen no pueden llamarse herederos del liberalismo.

A ti te pueden pagar por hacer un servicio, sin embargo el que tú aceptes realizarlo es algo que haces gratuitamente. Somos libres y libremente aceptamos muchas de las cadenas que arrastramos de forma solidaria. Porque así hemos sido enseñados. Esto no lo entienden algunos que consideran que la vida se resume en el resultado de un puñado de sumas y restas. Me pregunto cuántos brokers de Londres o Nueva York podrían hacerse ellos mismos los ordenadores que usan para trabajar, diseñar los programas con los que trabajan e instalar el cable, lanzar los satélites y organizar los ingentes flujos de información que hacen falta para sus trabajos. Ellos, sin nosotros, no son nadie. Y eso es grandioso.

 Es hiriente observar a políticos sacrificar a sus ciudadanos en la búsqueda desesperada de cuadrar unas cifras. Es terrible el poder de unos pocos a los que damos de comer, limpiamos su ropa, llevamos al trabajo y les damos calor en invierno. No es que haya una mayoría harapienta e irresponsable que intenta abusar de los derechos de unos pocos. Es que unos pocos han forjado su destino a costa de otros.

Si de alguien es la culpa de todo esto es sin duda nuestra. Por no ser conscientes de nuestro poder, de nuestra importancia y nuestro verdadero valor en la gran cadena de montaje en la que han convertido el mundo. Nosotros creamos el valor añadido, luego hagamos un mundo en el que sea la gran mayoría la que cuente a la hora de realizar las políticas económicas.

Después del fracaso estrepitoso del comunismo y del capitalismo el mundo anda desesperado. Nada parece funcionar porque no buscamos donde debemos buscar. Y es que un tente con las piezas rotas jamás servirá para nada. No es el modelo político lo que está fallando, es el modelo social. Son las personas; somos nosotros los que estamos fallando. 

Los libertarios y objetivistas afirman la supremacía del individuo. Me gustaría ver a un ejecutivo o a un concejal en la selva, lejos de todo lo que han construido las manos de miles de individuos. Teniendo que servirse solos el café, o lo que es peor, recogiéndolo. Es fácil considerarse un dios, un Atlas, cuando debajo de ti hay miles de personas esclavizadas y en condiciones inhumanas. O a las que consideras meros números.

Racionalizar la economía para que sirva a las personas no acabará con el mundo. Yo no me opongo a que haya ricos, ni empresas privadas, ni políticos, ni estados, ni liga de fútbol. Hablo de un modelo en el que prime la persona, en el que se censure lo que dañe a una persona, aquí o en la China. Y sí, posiblemente no creceremos tan rápido, pero las grandes fortunas hechas bajo el dogma del crecimiento sin horizontes podrán sufragar el frenazo de las economías. Porque aunque no lo veas, todo ese dinero que nos falta está en algún sitio esperando a ser repartido.

Que no se nos olvide, el capital más valioso no está en los mercados. El capital más valioso está a nuestro lado, está en nosotros mismos, es el humano. Pon dentro de una oficina mil millones de euros solos y ya verás cuánto producen. La solidaridad, sin darnos cuenta, nos ha permitido conocer un progreso y avances impensables. Igual es hora de que seamos nosotros, los que creamos el milagro, los que empecemos a disfrutarlo.

Cambiemos el discurso. Existe una Declaración de los Derechos Humanos que recoge aquello que pretendíamos lograr con el progreso. Quizá ahora sea el momento. Exijamos su cumplimiento y organicemos el mundo de manera humana y solidaria. Suena estúpido, lo sé, pero lo cierto es que si negamos el fruto de nuestro trabajo a aquellos que no se lo merecen, todos lucharemos para hacerlo. Cambiemos el mundo, ondea la bandera de la esperanza y no olvides lo que nos hace grandes: NO ESTAMOS SOLOS.

Y el que quiera estarlo, que se vaya.

Salud & aventura.

5 comentarios:

Senior dijo...

Permíteme este resumen:
“Que no os engañen las marcas y los nombres rutilantes: a vuestro alrededor hay millones de manos, cuyos dueños tienen nombres y apellidos.”, ”Porque aunque no lo veas, todo ese dinero que nos falta está en algún sitio esperando a ser repartido.”, “Ellos, sin nosotros, no son nadie. Y eso es grandioso.”
“Si de alguien es la culpa de todo esto es sin duda nuestra. Por no ser conscientes de nuestro poder, de nuestra importancia y nuestro verdadero valor en la gran cadena de montaje en la que han convertido el mundo. Nosotros creamos el valor añadido, luego hagamos un mundo en el que sea la gran mayoría la que cuente a la hora de realizar las políticas económicas.”
“Que no se nos olvide, el capital más valioso no está en los mercados. El capital más valioso está a nuestro lado, está en nosotros mismos, es el humano. Pon dentro de una oficina mil millones de euros solos y ya verás cuánto producen.”,” … lo cierto es que si negamos el fruto de nuestro trabajo a aquellos que no se lo merecen,”
¡¡¡ CAMBIAREMOS EL MUNDO !!!
… ¡qué grande! ... ¡y la de cosas que tenemos en común!

Uno que pasa dijo...

La carta de los derechos humanos, las diversas constituciones, y las grandes ideas de este mundo en pro de un mundo mejor, todas están diseñadas y perpetradas por políticos, o han metido la zarpa de una forma u otra. La humanidad ha tenido un carácter social, solidario y grupal. La satisfacción del hombre ha hecho que un “pequeño grupo” de personas nos lleva a ser individualistas, egocéntricos y narcisistas. Todas las campañas de publicidad están diseñadas a las personas no al grupo. Esto hace que para avanzar en algo, para sentirte mejor tienes que ser más que el prójimo haciendo que la máxima de ser una persona social, solidaria, etc, pase a ser una persona antisocial, poco solidaria (de boquilla) y se va ahogando, poco a poco, en una vorágine de consumismo, solo por ser más, despreciando al resto.

Al hombre (como ente) le vale con estar sentado sobre una piedra, al sol, hablando. El resto son necesidades buscadas por un “pequeño” grupo de personas que en afán de sentirse bien ellos mismos, buscan la desesperación de los demás.

En la sociedad (si se puede llamar así) actual hace falta que algo nos quite la venda de los ojos, pero todo el mundo sabe que el que se la quite no acabará bien, con lo que todo el mundo sigue esperando, y mientras los “pocos”, reforzando posiciones.

Si el mundo explota morirán los de siempre, los “pocos” se salvarán. La ley del más fuerte o la inoperancia del resto, no sé con cual quedarme, pero miedo me da el resultado final.

Javier Felones dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Javier Felones dijo...

Tenía ganas de leerte un post en positivo. Ése es el camino Antihéroe. Aciertas en tu análisis. Un abrazo desde México crack!!!

Antiheroína dijo...

He tardado en leer el post, pero tenías razón Antihéroe, hay esparanza, anima! Espero que creas lo que escribes, además de hacerlo por todas esas "manos" que te rodean. Ya sabes que no estás solo. Sigue por éste camino.