Algunas personas responden "Nietzsche" cuando les preguntan cuál es su filósofo favorito. El pensador alemán vivió su vida, o más bien la padeció, luchando contra el terror lacerante que le producía la realidad. Víctima de su obsesión por el vitalismo y el voluntarismo, murió sin haber vivido posiblemente ni la mitad que aquellos a los que aborrecía. Su filosofía tiene el valor de la más genuina insurgencia del pensamiento. Destrozar los dogmas, cánones y normas por las que se guiaba el pensamiento -más en el mundo germánico-.
Ninguno de los que admiran a Federico Guillermo o afirman sentir una preferencia por él, o no lo han leído o no han sabido discernir más allá de su poderosa escritura. Escribe realmente con un martillo y su lienzo es nuestra conciencia. Levanta la misma simpatía que el doctor Gregory House. Desde hace siglos, conforme más medios de comunicarnos tenemos, más incomunicados nos sentimos. Por eso admiramos al que suelta exabruptos teñidos de honestidad y sinceridad. Porque nos gustaría expresarnos con claridad y libertad, aunque sea sólo por desahogarnos. Aunque pudiese hacer daño a los que queremos.
En el tiempo de las libertades los personajes como Lady Gaga o Belén Esteban son perseguidos, escrutados e imitados. Una muchacha más perdida que una brújula de paja y una paleta sin intimidad que ha vendido su vida a una cadena de televisión. La libertad que ansiamos en las pantallas no son más que una vuelta de tuerca a nuestras cadenas. Somos esclavos, del primero al último, de un miedo lejano. A la soledad, al silencio y a la vulnerabilidad.
Levantar una edificio lleva mucho más tiempo que el que se tarda en derruirlo. Hacer filosofía a martillazos como hacía el viejo Nietzsche ganó la partida hace tiempo por eso. Nadie se atreve a cambiar el sistema porque le aterra la certeza de la ausencia de una alternativa. Me gusta pensar en la imagen de un largo camino hacia el cielo que acaba en el vacío del espacio. Nos da miedo avanzar porque no hay suelo en el que pisar... pero justo en frente están las estrellas.
Es absurdo renunciar al progreso y renegar de todo lo que hemos encontrado en el camino. Sí que hemos conquistado libertades, hemos interpretado y reinterpretado el mundo. Una y mil veces. Hemos desarrollado hasta el infinito las posibilidades de una vida humana, no sólo dotándola de dignidad, también de oportunidades. Sólo hay que ver una biblioteca, una catedral o un cohete espacial para sentir respeto y fascinación por nuestra especie. Hay tantas culturas como pueblos, y tantos puntos de vista como personas en el mundo.
El pensamiento, el sentimiento, la envergadura de nuestro pensamiento. ¿Qué otro ser pregunta "por qué" al mirar a las estrellas? Y además busca una explicación. Para Aristóteles el orígen de la filosofía se encontraba en la admiración. Para Sócrates en la ignorancia y para Platón en el deseo. El camino que nos lleva a las estrellas no está escrito, ni en leyes inmutables ni en el genoma. Está en nuestra libertad de decisión, en nuestro deseo y nuestra búsqueda. La empresa humana sólo tiene un camino: hacia delante. Porque somos sujetos del tiempo, del espacio y del latido de nuestro corazón.
No sólo eso, estamos sujetos a una comunidad. No estamos solos y tenemos suerte de no estarlo. No negaré que hay quien elimina sistemáticamente a sus iguales, quien no se preocupa por el prójimo, quien explota a su hermano o quien vive encerrado en un mundo sin ventanas al exterior. Todos somos semejantes biológicamente, pero la complejidad que rige nuestros actos es imposible de imitar. Hay constantes, condicionamientos e incluso patologías, pero la diferencia es lo único inmutable. Esa diversidad es nuestra fuerza. Si un cerebro humano es un supercomputador, ¿qué serán 6.000 millones de ellos?
Me siento incapaz de hacer nada. Siento que no sirvo para nada y que soy una piedra. Que soy un vago miserable, que no hago lo suficiente para salir de la miseria existencial de no tener dónde caerme muerto. Que estoy ciego porque me da miedo mirar más allá de mañana. No encuentro lugar para expresar mis emociones y me da miedo ser quien soy. Porque tampoco lo sé. Y ahora también me da miedo pensar. Me da miedo PENSAR.
Pero no me rindo. Tiene que haber una solución para conseguir un mundo mejor. Tiene que haber un lenguaje nuevo, una nueva manera de hacer las cosas. De los principios no se come. Los principios no curan enfermedades, no nos sirven bajo el agua y no nos hacen ricos. Pero por los principios se vive. Y también se muere. Es la responsabilidad de aquellos que todavía lo recordamos hacer lo posible por cambiar las cosas de verdad.
Y no me refiero a viajar a la pobreza durante tres meses o colaborar con una ONG. Yo últimamente digo gracias a todo el que me deja pasar con la bicicleta y procuro tirar a la basura los papeles grandes del suelo. ¿Estoy cambiando el mundo? No, estoy trabajando por cambiarme a mí. Se trata de cambiar de verdad las cosas, de encontrar las teclas adecuadas. No es buscar malos y buenos, que los hay. Se trata de encontrar ese escurridizo camino a las estrellas.
Me costará horrores. Lo olvidaré durante mucho tiempo. Lo dejaré y lo volveré a retomar. Pero desde aquí, desde Rockanrola o desde El Politikón, que son mis ventanas al mundo, comenzaré a dar pasos para encontrar esa respuesta. Igual el mundo no la necesita y es cierto que una Mano Invisible vela por todos nosotros. Pero yo sí necesito esa respuesta. Por si acaso.
Y mirando a mi alrededor, no entiendo por qué debería esperar.
Salud & aventura. Y una gran sonrisa.
Ninguno de los que admiran a Federico Guillermo o afirman sentir una preferencia por él, o no lo han leído o no han sabido discernir más allá de su poderosa escritura. Escribe realmente con un martillo y su lienzo es nuestra conciencia. Levanta la misma simpatía que el doctor Gregory House. Desde hace siglos, conforme más medios de comunicarnos tenemos, más incomunicados nos sentimos. Por eso admiramos al que suelta exabruptos teñidos de honestidad y sinceridad. Porque nos gustaría expresarnos con claridad y libertad, aunque sea sólo por desahogarnos. Aunque pudiese hacer daño a los que queremos.
En el tiempo de las libertades los personajes como Lady Gaga o Belén Esteban son perseguidos, escrutados e imitados. Una muchacha más perdida que una brújula de paja y una paleta sin intimidad que ha vendido su vida a una cadena de televisión. La libertad que ansiamos en las pantallas no son más que una vuelta de tuerca a nuestras cadenas. Somos esclavos, del primero al último, de un miedo lejano. A la soledad, al silencio y a la vulnerabilidad.
Levantar una edificio lleva mucho más tiempo que el que se tarda en derruirlo. Hacer filosofía a martillazos como hacía el viejo Nietzsche ganó la partida hace tiempo por eso. Nadie se atreve a cambiar el sistema porque le aterra la certeza de la ausencia de una alternativa. Me gusta pensar en la imagen de un largo camino hacia el cielo que acaba en el vacío del espacio. Nos da miedo avanzar porque no hay suelo en el que pisar... pero justo en frente están las estrellas.
Es absurdo renunciar al progreso y renegar de todo lo que hemos encontrado en el camino. Sí que hemos conquistado libertades, hemos interpretado y reinterpretado el mundo. Una y mil veces. Hemos desarrollado hasta el infinito las posibilidades de una vida humana, no sólo dotándola de dignidad, también de oportunidades. Sólo hay que ver una biblioteca, una catedral o un cohete espacial para sentir respeto y fascinación por nuestra especie. Hay tantas culturas como pueblos, y tantos puntos de vista como personas en el mundo.
El pensamiento, el sentimiento, la envergadura de nuestro pensamiento. ¿Qué otro ser pregunta "por qué" al mirar a las estrellas? Y además busca una explicación. Para Aristóteles el orígen de la filosofía se encontraba en la admiración. Para Sócrates en la ignorancia y para Platón en el deseo. El camino que nos lleva a las estrellas no está escrito, ni en leyes inmutables ni en el genoma. Está en nuestra libertad de decisión, en nuestro deseo y nuestra búsqueda. La empresa humana sólo tiene un camino: hacia delante. Porque somos sujetos del tiempo, del espacio y del latido de nuestro corazón.
No sólo eso, estamos sujetos a una comunidad. No estamos solos y tenemos suerte de no estarlo. No negaré que hay quien elimina sistemáticamente a sus iguales, quien no se preocupa por el prójimo, quien explota a su hermano o quien vive encerrado en un mundo sin ventanas al exterior. Todos somos semejantes biológicamente, pero la complejidad que rige nuestros actos es imposible de imitar. Hay constantes, condicionamientos e incluso patologías, pero la diferencia es lo único inmutable. Esa diversidad es nuestra fuerza. Si un cerebro humano es un supercomputador, ¿qué serán 6.000 millones de ellos?
Me siento incapaz de hacer nada. Siento que no sirvo para nada y que soy una piedra. Que soy un vago miserable, que no hago lo suficiente para salir de la miseria existencial de no tener dónde caerme muerto. Que estoy ciego porque me da miedo mirar más allá de mañana. No encuentro lugar para expresar mis emociones y me da miedo ser quien soy. Porque tampoco lo sé. Y ahora también me da miedo pensar. Me da miedo PENSAR.
Pero no me rindo. Tiene que haber una solución para conseguir un mundo mejor. Tiene que haber un lenguaje nuevo, una nueva manera de hacer las cosas. De los principios no se come. Los principios no curan enfermedades, no nos sirven bajo el agua y no nos hacen ricos. Pero por los principios se vive. Y también se muere. Es la responsabilidad de aquellos que todavía lo recordamos hacer lo posible por cambiar las cosas de verdad.
Y no me refiero a viajar a la pobreza durante tres meses o colaborar con una ONG. Yo últimamente digo gracias a todo el que me deja pasar con la bicicleta y procuro tirar a la basura los papeles grandes del suelo. ¿Estoy cambiando el mundo? No, estoy trabajando por cambiarme a mí. Se trata de cambiar de verdad las cosas, de encontrar las teclas adecuadas. No es buscar malos y buenos, que los hay. Se trata de encontrar ese escurridizo camino a las estrellas.
Me costará horrores. Lo olvidaré durante mucho tiempo. Lo dejaré y lo volveré a retomar. Pero desde aquí, desde Rockanrola o desde El Politikón, que son mis ventanas al mundo, comenzaré a dar pasos para encontrar esa respuesta. Igual el mundo no la necesita y es cierto que una Mano Invisible vela por todos nosotros. Pero yo sí necesito esa respuesta. Por si acaso.
Y mirando a mi alrededor, no entiendo por qué debería esperar.
Salud & aventura. Y una gran sonrisa.
3 comentarios:
¡La respuesta está en el hombre!... no se si podré alcanzar las estrellas pero lo intento... las frases bonitas son estímulos, son retos, pero es como dices el hombre, el que desde los primeros filósofos y escritores de la antigüedad "marcaron tendencias" que dicen ahora, y desde entonces damos vueltas a lo mismo para elevarnos un poco. Las tragedias griegas, siguen vigentes, los escritos egipcios del libro de los muertos, tienen continuidad, y asi sucesivamente, pero la revolucion tecnológica, creo, empieza por que recojamos un papel del suelo, no cortemos una flor, o tratemos de llegar a las estrellas...Sigue siendo bueno, mi animo y mi sonrisa.
Yo se que vales, te lo digo muchas veces, se que te esfuerzas en hacer el mundo mejor y la vida más fácil a los demás y puedes, no te rindas nunca, no dejes que el resto te desanime, eres grande, confía en ti, los demás lo hacemos, creemos en ti, puedes llegar muy lejos, ánimo! No dejes nunca de sonreir, arriba!
Gran post!
La desazón de todo es que estoy seguro que Belén Esteban no sabe lo que es una biblioteca, una catedral o un cohete espacial.
Eres un buen tipo, creeme; tú dudas.
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