El jueves pasado, 26 de marzo, murió San Jesús. En realidad se llamaba Jesús, pero era un santo. Le conocía de la parroquia y era un tipo sorprendente. Socialista, cristiano y buena persona -sí, todo junto-, trabajaba de celador. Pero también había estado de misionero donde más le necesitaban y hacia un par de años se había sacado una carrera -ciencias económicas-. Porque lo que quería era montar una o ene gé que ayudara de verdad. Y para eso decía "hace falta saber de números".
No sé la edad que tenía, pero su pelo canoso era reconocible en el autobús. Su mirada inteligente, su sonrisa guasona. Su postura encorvada y su lengua afilada. Y un corazón combativo. Siempre contaba alguna historia o anécdota tronchante -como cuando simularon en el pueblo un funeral, con muerto y todo- o te mostraba la realidad con toda su dureza. Pero siempre amable.
El dichoso -no diré puto- cáncer se lo llevó. Los últimos días su mirada inteligente se apagó entre terribles dolores. La morfina calló su voz y paró su corazón. Y el jodido, por no molestar, ni siquiera avisó. No quería que le viéramos así, totalmente marchito.
Desde que me saqué el carné de conducir dejé de verle en el autobús. Se lo comentó a mi padre, y yo me prometí que tenía que ir a verlo. No sólo para aprender sobre la vida. Sino para aprender a ser una buena persona y encontrar algo de cabeza en el delirante mundo. Pero su dios siempre se lleva a los mejores. Supongo que ahora Jesús le estará cantando las cuarenta a su tocayo porque aunque con una vida llena de experiencia, le quedaba mucho por hacer.
Esta semana ha sido un infierno por diversos motivos, pero tú pérdida me ha robado la sonrisa. Y es ahora cuando puedo rendirte homenaje Jesús -no pude ni siquiera despedirte en el funeral por el dichoso, no diré puto, trabajo-. Lo demás hoy no me importa.
Sé que luchaste por quedarte con nosotros e intentar salvarnos. Aunque fuese de nosotros mismos. Gracias.
Salud & aventura Jesús.
Y maldito y puto cáncer.
No sé la edad que tenía, pero su pelo canoso era reconocible en el autobús. Su mirada inteligente, su sonrisa guasona. Su postura encorvada y su lengua afilada. Y un corazón combativo. Siempre contaba alguna historia o anécdota tronchante -como cuando simularon en el pueblo un funeral, con muerto y todo- o te mostraba la realidad con toda su dureza. Pero siempre amable.
El dichoso -no diré puto- cáncer se lo llevó. Los últimos días su mirada inteligente se apagó entre terribles dolores. La morfina calló su voz y paró su corazón. Y el jodido, por no molestar, ni siquiera avisó. No quería que le viéramos así, totalmente marchito.
Desde que me saqué el carné de conducir dejé de verle en el autobús. Se lo comentó a mi padre, y yo me prometí que tenía que ir a verlo. No sólo para aprender sobre la vida. Sino para aprender a ser una buena persona y encontrar algo de cabeza en el delirante mundo. Pero su dios siempre se lleva a los mejores. Supongo que ahora Jesús le estará cantando las cuarenta a su tocayo porque aunque con una vida llena de experiencia, le quedaba mucho por hacer.
Esta semana ha sido un infierno por diversos motivos, pero tú pérdida me ha robado la sonrisa. Y es ahora cuando puedo rendirte homenaje Jesús -no pude ni siquiera despedirte en el funeral por el dichoso, no diré puto, trabajo-. Lo demás hoy no me importa.
Sé que luchaste por quedarte con nosotros e intentar salvarnos. Aunque fuese de nosotros mismos. Gracias.
Salud & aventura Jesús.
Y maldito y puto cáncer.
3 comentarios:
¡ah! ¿pero aún sigues vivo? ... pues no lo dejes, tenemos que hablar de cosas de la vida...
... y es verdad, siempre hay tiempo, ¿que significan 59 años, 60 en septiembre, para un universo de miles de millones de años?... siempre hay cosas de la vida, de las que hablar, luego, dentro de varios siglos podremos hablar de la muerte...
Rodeados de miserables, ¿Por qué siempre se van los mejores? Al menos no dejemos que la vida se lleve lo mejor de nosotros mismos.
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