miércoles, 10 de diciembre de 2008

La canción de Eduardo (III)

Cuando se cumplían dos años del diagnóstico de su enfermedad sufrió un recaída severa. El no se hundió. “Mamá, te doy dos días para desahogarte, luego quiero que estés conmigo” le decía Eduardo a su madre con cada recaída. Pero esta vez no valía el desahogo. Con la cara paralizada fruto de los tratamientos anticancerígenos, Eduardo necesitaba un trasplante de médula. Y su madre decidió que tenía que hacer algo.

Gloria, ama de casa de 53 y pintora, decidió movilizar a la gente. Animada por el ejemplo de los amigos de su hijo, decidió montar una campaña para aumentar el número de donantes de médula. Sólo uno de cada 70000 es compatible con otra persona, por lo que es necesario un gran número de donantes para obtener resultados prácticos. Con tal motivo existe una red mundial con un registro de donantes universal. La campaña no buscaba una médula para su hijo, sino aportar una solución a un problema. “Es algo tan sencillo como un pinchazo y que puede salvar muchas vidas” explica. Y dio resultado.

Aunque al principio de la campaña sólo se hacía referencia a la necesidad de donantes, pronto se personificó la campaña en Gloria y Eduardo. En mayo se montó un blog para ir contando los avances. Apariciones en la televisión y en prensa, correos electrónicos pidiendo ayuda, el boca a boca, provocaron una gran movilización entre la gente joven de Pamplona.

En pocos meses se cuadriplicaron los donantes de médula con respecto a todo el año anterior. El 28 de junio apareció la solución, en las células madre de un cordón umbilical en Dusseldorf (Alemania). Sólo necesitaban que su cuerpo lograra estar limpio de células cancerígenas el tiempo suficiente para poder asegurarse de que admitiría el transplante. No pudo ser.

Durante julio y agosto probaron todo tipo de tratamientos experimentales. Llegaron a suministrarle un tratamiento que le daba una esperanza de vida del 30 por ciento. Sobrevivió al tratamiento, pero su cuerpo seguía emperrado en acabar con él. Con el rostro paralizado, apenas le quedaban fuerzas para comunicarse. Pero seguía haciendo planes. Cuando se pusiera bien, iría a Japón con sus amigos.

Tras el último tratamiento, una semana antes de su muerto, un análisis descubrió que la situación lejos de mejorar había empeorado. Su cuerpo se preparaba para el ataque final, dándole el médico una semana de vida. Eduardo, presa de los dolores, hacia semanas en las que la morfina le aislaba del mundo. Su cumpleaños fue celebrado el martes, con una tarta con velas que él no pudo probar. Él había pedido irse a su casa a celebrarlo, no pudo ser. El día siguiente aún le comentó a su madre algún plan para la semana siguiente. A la tarde había muerto

Pero su historia no termina ahí. No sólo robó el corazón a los que convivieron con él en el Hospital. La campaña que alentó y en la que se implicaron su familia y amigos logró que 1600 personas se hicieran donantes. Iluminó un tema como es el de la donación de médula, sencilla, limpia y muy eficaz.

El uno de diciembre recibió un Galardón Juventud 2008 a título póstumo, que recogieron Guillermo Viteri y Marcos de Benito –Miguel Galle se encontraba en Inglaterra y no pudo asistir-. Los padres de Eduardo quisieron que fueran ellos porque era un premio a la juventud navarra, que se implicó muchísimo. Y Gloria reanudará pronto actividades para seguir concienciando a la gente. Para ella es una razón para seguir adelante: “La donación es un gesto sencillo que puede ayudar a muchísima gente”. Y su hijo da el ejemplo para afrontarlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sólo al resultar imposible ver una puesta de sol, se recuerdan algunas de las que hemos visto...¡y que bellas eran!... pero la verdad es que en muchas ocasiones pasamos sin mirar lo que nos rodea, sin conocer lo que nos interesa, sin ignorar lo que no nos incumbe...¡somos asi! ¡animo!