Una de las razones por las que dejé de escribir en Apokalépika fue que quejarse empezó a perder sentido. La crisis hizo que muchos despertaran y se dieran cuenta de que tal vez la falta de crédito bancario no era el mayor de nuestros problemas. Aunque nos llevan gobernando ineptos desde hace tiempos inmemoriales, es ahora cuando parece un problema de vida o muerte. Es jodido que te quiten el pan, pero cuando también te quitan la casa y la salud, hasta el más conservador inicia el descenso hacia el lado oscuro de la revolución social. Uno mira a su alrededor y se pregunta cómo hemos podido llegar hasta aquí si todos sabíamos que era un error. Mucha gente tiene una conciencia social "de toda la vida" desde hace un par de años. Todos éramos apolíticos convencidos, y si votamos a nuestros verdugos reiteradamente fue porque: A) "Nos engañaron" B) "Nos obligaron" o C) "Yo había venido a jugar". En un país en el que no hacemos caso a los médicos porque "qué sabrán ellos", ni al mecánico "porque nos la quiere clavar", ni al fontanero porque "seguro que todo eso no es necesario", es normal que ahora vivamos el siglo de oro de los comentaristas sociopolíticos, los economistas de salón, los periodistas de himbestigazion y los salvapatrias de capote y pandereta. Lo que quiero decir es que, basicamente, dejé de escribir aquí porque otros muchos tomaron mi lugar y lo hacían mejor que yo, con más saña, más ahínco y entusiasmo.
Es difícil añadir algo al torrente de voces críticas y autorizadas que señalan con todos los dedos de sus manos los problemas del sistema. Internet da voz a todo el mundo para que se desahogue a gusto contra un sistema caduco y decadente, muchas veces con un humor de lo más corrosivo. Sólo hay que ver el ingenio que se gastan los comentaristas en los foros y blogs. Posiblemente en nuestra versión del Titanic, en vez de una orquesta tocando hasta el final, tendremos una tripulación repleta de monologuistas y twiteros partiéndose de la risa sobre todos los errores que cometimos y nos llevaron al hundimiento. Y los mejores chistes serán aquellos que se centren en lo obvio y enorme que era ese iceberg. No faltarán aquellos que se erijan en expertos en la materia y nos expliquen detalladamente qué deberíamos haber hecho todos los demás, mientras sus botes salvavidas se alejan en la noche. Y nosotros, como subnormales, iremos poco a poco sumergiéndonos en las aguas heladas blandiendo nuestras carcajadas como venganza contra nuestra propia estupidez. Y desde ya todos sabemos que los que quieran cambiar las cosas lo harán mal. Porque todos sabemos que este Titanic tiene que hundirse... ¿o no?
Que paren el mundo que yo me bajo. Yo me siento realmente abrumado. El título de la entrada y la foto que la acompañan forman parte de un sesudo análisis que intenté hacer sobre la incapacidad de nuestros gobernantes para mantener su legitimidad. Pero se quedó en un borrador porque la realidad estaba completamente distorsionada en mi mente. También en mi corazón. Resultó que mientras nuestros políticos cuentan con el respaldo legítimo de nuestros votos (en democracia el voto de tu vecino es también el nuestro, porque nos lo comemos con patatas) mis razonamientos no. Fuí incapaz de decidir si nos los merecíamos, si era posiblemente cambiar la situación y en cómo hacerlo. Llegó un momentó, cuando me rendí definitivamente, que pensé que tal vez, tal vez, estaba exagerando. Es algo que me pasa a veces. Súbitamente creo que me va a tocar la lotería y vuestros problemas dejan de importarme. Es lo que llamo "optimismo".
Pero no nos desviemos, que vuestros problemas son mi prioridad, al contrario que el de las élites de nuestra sociedad. Porque vuestros problemas son mis problemas y no los suyos. Y ahí está el problema en mi modesta y humilde opinión. No les importamos, lo que nos pase a nosotros les da igual. A la señorita Lagarde del FMI le da exactamente igual que vuestro vecino pierda el curro y tenga que sentir la humillación de pediros comida para sus hijos si los mercados están satisfechos, sean quienes sean. Exactamente igual que a los zares, los reyes absolutos y los faraones. O a los líderes del partido comunista, al presidente de la República Francesa o, de forma sangrante, posiblemente a vuestro alcalde. De hecho la indiferencia hacia el prójimo supone en nuestro mundo una señal de que lo estás haciendo bien. Si te preocupan las personas, el medio ambiente o la justicia... ¡Ay amigo! Eres un perroflauta. Lo que necesitamos son empresarios, banqueros y políticos dispuestos a sacrificar ciudadanos con todo el dolor de su corazón. Porque salvar el mundo es imposible, pero mantenerlo agonizante es un arte. La buena gente no ha nacido para gobnernar los destinos de los hombres, han nacido para paliar el resultado de sus errores. Para ser un líder mundial tienes que olvidar la empatía y abrazar la sociopatía con alegría.
Creo que en la historia de la humanidad nunca hemos vivido un tiempo de tanto brutalismo. ¿Que hay menos guerras? ¿Que hay menos pobres? Las noticias podrán decir lo que quieran. La democracia se ha convertido en cómplice de la crueldad. Principalmente porque nuestras carcajadas delante de nuestras pantallas enmascaran una realidad dolorosa de deslocalización, explotación, daño medioambiental, asesinato, censura, nepotismo, populismo, usura, robo, humillación, abuso. Hace décadas no podíamos enterarnos ni de una fracción de lo que sabemos ahora. Hace siglos no podíamos informarnos como ahora. Pero nuestros votos han aupado a un analfabestia como Cañete a una de las carteras más importantes del gobierno de la UE. Han permitido que tengamos ministros y presidentes por todo el mundo tan capaces como una piedra. Nuestro voto, nuestras risas y nuestro miedo al amo han permitido que dilapidemos nuestro mundo, nuestra vida, en pos de contentar el ego infantil de señores que ya no se consideran al mismo nivel que nosotros.
No nos engañemos, esto no es una crisis económica. Ni siquiera una estafa. Es una etapa más, un paso más en nuestro camino hacia ninguna parte. Hemos conseguido maquillar todo lo suficiente como para que parezca que no seguimos en el siglo XV, o el V. No tendremos la suerte de que sea el último, pero sí tendremos la desgracia de olvidar la impunidad y desprecio que están mostrando los señores de todo esto. Y no me vale la equidistancia ni la falsa humildad de "no son todos iguales" o "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". Que no. Todos hemos cometido errores, pero sólo unos hemos, estamos y estaremos pagando las consecuencias. En última instancia es un problema de ellos o nosotros, y hacer chistes o indignarnos en casa no sirve de nada. Porque cuando explotemos no será que nos hayan robado las cerillas para prenderle fuego a todo, será que no quedará nada que prender. La única solución para meter en el redil a estos analfabestias es hacer que nuestros problemas también sean los suyos. Y permítanme que les diga que cuando alguien es insultantemente rico y poderoso, en nuestra sociedad, es inmune al sufrimiento vulgar de todos los demás. Y se hace insensible.
Por desgracia dejé de escribir en Apokalépika y tampoco soy el mismo. Si no fuera así diría que esto sólo se arrelga subiendo al monte con una escopeta y dejando el buen rollo para luego. Como un buen villano de película, de esos brillantes y visionarios, soltando una bomba o una plaga que borre todo y que permita empezar de nuevo. Al menos deberíamos montar una buena revolución, pasar por la guillotina a los borbones y compañía. Luego vendrán otros, pero sería bueno que esos otros tuvieran en la cabeza la moraleja de que si tocas muchos los huevos a la ciudadanía y dejas de disimular, pierdes la cabeza. La alternativa, este sistema de la justicia y las leyes, no nos está yendo demasiado bien además. Principalmente porque hemos puesto a los lobos a cuidar de las ovejas como en toda buena cleptocracia. Y es triste llegar a estas conclusiones, porque llegamos cuando es tarde. Ellos hace tiempo nos dejaron en la estacada, como nosotros lo hicimos con los que estaban y están debajo.
Ya no soy el mismo y quiero pensar que hay otro camino. Los analfabestias seguirán estando ahí como ya estuvieron antes. Están demasiado embrutecidos como para hacerlos entrar en razón. Que en el futuro no se repita algo así depende de nosotros y de nuestra capacidad de buscar una alternativa. Estamos mejor preparados, somos más y tenemos más medios que nunca. Yo no tengo la solución, pero seguro que muchos tenéis alguna pista. Por eso hace falta gente que piense, y hace falta gente dispuesta a escuchar, aunque creamos que son las mayores mamarrachadas. Porque expertos fatalistas desde sus torres de marfil nos sobran y ahora hace falta la voluntad de pensar un mundo nuevo. Y ese es el mayor reto al que nos enfrentamos.
Salud & aventura.
1 comentario:
Hace falta gente que piense, hace falta gente que escuche, y hacen falta ideas.
En eso estamos, quiero decir que eso es lo que hemos de conseguir, porque hay soluciones, lo que necesitamos es ponerlas en práctica, que nos dejen, y no solo cuando superamos Prestiges, ébolas o situaciones urgentes y los mandamases analfabestias no saben cómo salir de la situación.
Por cierto ¡bienvenido!.
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