miércoles, 18 de abril de 2012

Cosas que pasan (XV): Personas

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
 Hija mía es mejor vivir
 con la alegría de los hombres
 que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
 Yo sé muy bien que te dirán
 que la vida no tiene objeto
 que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
 La vida es bella, ya verás
 como a pesar de los pesares
 tendrás amigos, tendrás amor.
Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.
 Pero yo cuando te hablo a ti
 cuando te escribo estas palabras
 pienso también en otra gente.
Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.
 Otros esperan que resistas
 que les ayude tu alegría
 tu canción entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
 Nunca te entregues ni te apartes
 junto al camino, nunca digas
 no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
 Por lo demás no hay elección
 y este mundo tal como es
 será todo tu patrimonio.
Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
 Y siempre siempre acuérdate
 de lo que un día yo escribí
 pensando en ti como ahora pienso.
Palabras para Julia (1979), José Agustín Goytisolo

Hoy en una clase de 2º ESO han trabajado este texto. Eran chicos del desdoble, de los que se llaman a sí mismos "tontos" y que no creen en sus capacidades. Chicos a los que muchas veces no se sabe ayudar y a los que parece que tampoco podemos permitirnos ayudar. El poema era una excusa para hablar del género poético; para mí ha sido una revelación.

Una de las preguntas que planteaban a los chavales era ¿para quién habla el autor? Es obvio que para Julia, su hija, pero también está hablando a otros hombres: "pienso también en otra gente". Me está hablando a mí. En el 79 alguien dejó un mensaje en una botella escondida en un libro de texto del futuro."Tu destino está en los demás", "tu futuro es tu propia vida" y "tu dignidad es la de todos". Tres versos que no sé si han servido a Julia, pero que a mí me dejan sin habla.

Es curioso como tres versos de un poema pueden resumir, condensar, sintetizar y alumbrar todo lo que puedes y quieres decir al mundo. Como se escapan a la memoria y al tiempo para estar en todas partes a la vez. No conocía al poeta, desconozco su ideología y su vida. Sin embargo he conectado con él porque su mensaje es desnudo y desesperado, transparente y frágil. Porque dice lo que yo quiero gritar y sólo logró a insinuar con susurros.

Dan ganas de no decir nada, de meter la cabeza bajo tierra y desistir. ¿Qué le diría yo ahora a una niña que fuera a nacer? ¿Qué está sola? ¿Qué el mundo se rige por el individualismo? ¿Qué el dinero es un fin en sí mismo, vacío y siniestro? Por eso preferimos callar entre tanto ruido, porque en el fondo tenemos miedo de lo que podamos decir.

El mundo es terrible. Todo lo que tenemos lo iremos perdiendo, es un hecho: al que tiene mucho se le dará, y al que no tiene o tiene poco no se le dará... se le quitará. Y yo, como dice Goytisolo, tengo mi destino unido a los demás. Me gustaría decir que sin mí no son nada, pero soy yo el que sin ellos no soy nadie. Sin la gente que me rodea, sin excepción. Con algunos querré compartir mi tiempo, con otros sólo les pediré que hagan lo correcto. Desde mis padres al rey.

Nos han metido en la cabeza que ésto es una competición en la que cuanto más arriba llegues más seguro podrás estar. El miedo a quedar abajo debe ser real y doloroso. Alemania por ejemplo está aplicando a España una durísima lección que puede que se lleve por delante al euro. Y no les falta razón. Después de traer al subnormal de Fernando VII a España (observen a su primo lejano pidiendo disculpas en la televisión estos días) hemos tolerado todo tipo de abusos por parte de nuestros dirigentes. Mientras otros usaban influencias, revoluciones e incluso la guillotina para tratar sus desavenencias con el poder, aquí llamábamos al atraso "El Deseado". 

Nos regocijamos en nuestras miserias -nuestro "siglo de oro" está basado en gran parte por la podedumbre de la decadencia- y vivimos sometidos al exterior. Un exterior que brilla en comparación con nuestras sombras en la conciencia nacional. Necesitamos que vengan de fuera para decirnos qué somos, cómo somos y hasta quién perdió una guerra.

No es extraño que seamos el campo mejor abonado para practicar el abuso y el expolio. Como cerdos a los que han engordado con piensos artificiales de ladrillo y crédito, ahora solitos nos metemos en el matadero convencidos de que nos lo merecemos. Aunque supiésemos lo que iba a pasar con cada bocado. Lo dijo el exministro Miguel Sebastián. "Sabíamos que la burbuja inmobiliaria iba a estallar, pero es que no podíamos pincharla..." dijo más o menos. "No podíamos". Gracias a dios el buen hombre, junto con sus compañeros de gabinete y los de los gobiernos anteriores, no sufrirán la indigestión de la crisis.

Nunca entenderé a los patriotas que no creen en la utilidad del estado. O sí. La idea de un país como España sin ningún tipo de regulación donde hacer lo que les venga en gana es la utopía neoliberal. Una reserva en Europa donde poder invertir sin trabas, hacer y deshacer. Y además un lugar donde la mano de obra no tiene ni voz ni voto porque esta vez no es el malvado imperialismo el que los ha sometido. Han sido ellos solitos incurriendo en una deuda que no pagarán jamás. 

Los países en vías de desarrollo se quitan de encima la imposición de la metrópolis. Su desarrollo es una deuda histórica que se cobran como pueden y que levantan tantas alabanzas como suspicacias. Nosotros, sin embargo, nos sacrificamos cegados por la culpabilidad. Es sencillamente perfecto, porque somos víctimas y verdugos de nuestra estupidez para regocijo de una nueva sociedad preocupada en la obtención de beneficios. Nada más.

El otro día un tipo con un negocio legal afirmaba que daba un 300% de intereses si España se hundía. Este tipo de apuestas sólo es posible en esa otra dimensión que conforman los mercados, lugares sin regulación ni control donde se puede hacer cualquier cosa. El señor que ofrecía ese negocio sólo ve variables, cifras que suben y bajan y que quedan legitimadas por el dogma económico de la obtención de beneficios.

Beneficios, eso es lo que importa. Es un juego en el que cada vez son menos los que pueden participar y en el que sobran los escrúpulos. China, la gran potencia mundial, no tiene ningún tipo de consideración por sus propios ciudadanos. Si quieren competir con él las grandes masas de dinero de occidente, tendrán que hacer lo mismo. Da iguall que ellos hayan inventado las reglas, las cambian, las retuercen y pagan el precio que sea, siempre que la factura se la cobren a otros.

Hay una gran mentira, algo que no nos cuentan. Hablan de irresponsabilidad de los países, hablan de crisis, de cambio climático, de fenómenos naturales. Pero todo tiene responsables con nombres y apellidos. El tsunami de Japón no habría sido tan grave si los señores de Tepco no hubiesen ahorrado en seguridad. El cambio climático es dañino por la indefensión de los países que lo padecen, y eso es culpa de dirigentes mundiales que se limitan a la compra-venta de emisiones de CO2 para que el dinero siga fluyendo hacia las mismas manos. La crisis se ha convertido en un negocio para cientos de personas que se enriquecen a costa de millones. Y la irresponsabilidad de este país tiene nombre y apellidos en cada uno de nosotros, sí, pero en diferente medida. Directivos de cajas, políticos (miles), constructores, banqueros, empresarios. 

Aquellos que defienden los sacrificios en el altar de la austeridad afirman que "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades" y que "el sistema es insostenible". Pero eso sólo lo puede decir el que puede permitirse esos sacrificios; los que no están desesperados. Ser pobre es como que te caiga un rayo. Esa es la gente a la que le sale más barato y sencillo amputar que buscar soluciones y alternativas. Y, aunque sean menos, hablan por la gran mayoría.

Nuestro mayor problema es que aquí, como en el mundo, no somos conscientes del expolio que supone lo que estamos viviendo. Mientras viajamos al pasado de la mano de carcamales como Margallo y Wert o dinosaurios mentales como Gallardón, lloramos nuestros pecados y no hacemos nada contra los verdaderos culpables. Al contrario. Mientras pagamos y nos debilitamos, los hacemos más fuertes a cambio de un "lo siento, no volverá a ocurrir". Rajoy, al igual que Fernando VII, era el deseado. Al igual que él es un auténtico Felón.

Cada día que pasa me voy dando más cuenta de dónde estoy metido. No van a venir a salvarnos. El mundo está loco, y pese a que vivimos intercomunicados y contínuamente informados, estamos aislados. Nuestro destino, nuestro futuro y nuestra dignidad es un recortable para esos entes vacíos que sólo consideran el dinero como fin objetivo. Nihilistas que viven en una trepidante apuesta al todo o nada con cifras mastodónticas para los que parar significa la muerte por impacto de realidad.

Tengo 27 años. Al igual que muchos conciudadanos, que muchos países y parece que la raza humana, he tomado una gran serie de decisiones erróneas. No sé si habré sido más cobarde, más ingénuo, más tonto o simplemente un paradigma del joven español y vago. Estudie filosofía y periodismo. El periodismo está herido de muerte, como lo está la verdad, y la docencia, mi segunda vía de escape, muere estrangulada a la misma velocidad que crece su importancia. Antes pensaba que no podíamos quejarnos porque mis abuelos habían vivido una guerra fraticida. Que ésto no era nada. Y no me quejo. Pero ahora sé que yo ya he perdido mi guerra.

En un mundo donde todos somos cifras y han robado el derecho a una vida que merezca la pena ser vivida, en el que ha muerto la solidaridad y la justicia; en un mundo donde nada es suficiente y en el que no hay lugar a la esperanza, hago mías las palabras de Goytisolo. Porque aunque me enseñen cifras, sólo veo personas personas personas personas personas personas personas personas personas personas personas personas personas personas personas personas personas personas personas...

¿Qué le voy a decir a mis hijos? ¿Qué le voy a decir a mi sombra cuando me mire en un espejo? Sólo puedo decir como el poeta que aún estoy en el camino. Goytisolo se suicidó en 1999, nunca me lo podrá decir.

Salud & aventura para el que se lo pueda permitir.

1 comentario:

Senior dijo...

Un día en Roma, alguien dijo: "¡no quedan esclavos!...¡todos son hombres libres!"... y nadie se lo creía, es más, decian: "¿qué vamos a hacer?"... y se mezclaba el miedo a la rotura con lo conocido con el miedo a la libertad...llegaremos, todos, y desde las colinas, habrá que emprender un mundo nuevo, será un neonacimiento más, el hombre lo hace de vez en cuando,¡podemos!