jueves, 16 de febrero de 2012

El juego de la Pólitica




Es 1996. El Partido Popular ganaba las elecciones frente a un PSOE asediado por la corrupción y el desgaste político de 14 años de gobierno. Por entonces varios países periféricos encontraban problemas para mantener el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea. España también, renqueante por las devaluaciones de la peseta de comienzos de los 90. La entrada en el euro suponía para nosotros y demás países integrados recientemente en la UE un refrendo que mejoraría nuestras exportaciones, favorecería nuestras importaciones y nos quitaría los complejos que arrastrábamos desde el franquismo.

Por desgracia, el ritmo de crecimiento y el tiempo necesario para cumplir los requisitos marcados en 1986, hacían inalcanzable el cumplimiento de los requisitos marcados: una deuda pública menor del 60% del Producto Nacional Bruto, menos de un 3% de déficit y una previsión de reducirlo progresivamente. Digo que era imposible cumplirlo porque Alemania y Francia, entre otros, ya se saltaron los requisitos a mediados de 2000. ¿Por qué lo hicieron? Tenían que saltárselo para crecer. Hay que recordar que el incumplimiento de lo pactado suponía multas y pérdida de ventajas comunitarias, o al menos eso es lo que se hacía creer desde Bruselas (Francia y Alemania jamás pagaron ninguna penalización). Los pequeños países periféricos no podían permitirse aquello, debían demostrar que eran tan buenos como los demás.

Sin embargo, ante la imposibilidad de cumplir los objetivos, algunos países como Portugal, Irlanda y Grecia decidieron pedir que se relajaran las condiciones para asentar el crecimiento. Si España se hubiese plantado con sus iguales comunitarios tal vez la UE se habría tenido que plantear la estructura del euro y el modelo de crecimiento. No lo sé, eso es historia ficción. Lo que realmente pasó es que Jose María Aznar, flamante Presidente de España, aseguró a sus socios europeos que íbamos a cumplir con los planes de estabilidad y crecimiento en el tiempo acordado. No sólo eso, no tardaría en convertirse en abanderado del famoso "déficit cero", siguiendo una tradición muy española: ser más papista que el Papa.

Lo que sigue sí que es historia. Divididos, los países periféricos tuvieron que doblegarse a las condiciones europeas. ¿Cómo lo hicieron? El caso más conocido en la actualidad es el griego. Consistió en utilizar contabilidad creativa en las cuentas (con la inestimable colaboración de Goldman Sachs) para tapar el descontrol en sus finanzas. También sabemos de Irlanda, que optó por convertirse en un refugio/paraíso fiscal e invertir en I+D con los beneficios. Estas medidas fueron acompañadas por años de progresivo crecimiento y prosperidad económica mundial, alimentada por un Mercado optimista en el que fluía el crédito. La "burbuja .com"sólo fue un tropiezo fruto de los "ciclos económicos", no un aviso a navegantes.

El milagro español se fraguó en la recuperación económica y la creación de empleo. Las cifras son impresionantes. Millones de puestos de trabajo, un crecimiento superior a Francia y Alemania, una ampliación del tejido empresarial, la consecuente mejora de la imagen internacional... Los datos no tienen otra lectura, era un auténtico milagro. Lo que escondían los datos, la realidad de los hechos, tenía otros matices.

Mucho se viene hablando de la burbuja inmobiliaria de la que PP y PSOE ahora reniegan. La verdad es que la liberalización del suelo, junto con la borrachera de crédito, permitió a los dos colgarse numerosas medallas. A los populares los convirtió en gestores económicos milagrosos. A los socialistas les permitió pavonearse sentados con los "hermanos mayores" en las cumbres internacionales. Era muy difícil reconocer que el modelo se agotaba y que hacía falta cambiar el modelo, pero mientras la cosa marchara...

Y marchó muchos años gracias a la gestión de Aznar. Primero con CIU, escudero fiel de todos los gobiernos estatales y al que no le importa deslealtades pasadas o futuras mientras saque beneficios. Eran los años en los que Cataluñ/nya era un amigo y se hablaba catalán en la intimidad. Los años en los que ETA era el MLNV y se podían acercar presos y negociar con terroristas. Años en los que existía un compromiso por una España en la que todos remáramos hacia el mismo objetivo: Europa. Había que hacer sacrificios, como ver limitados los salarios y las pensiones para crecer económicamente y mantener un "déficit cero"; no hubo redistribución de esa riqueza generada. La inversión en infraestructuras y vivienda, en lugar de en Sanidad, Educación e I+D, se convirtió en nuestro motor. Y todo se financió con las privatizaciones, otro sacrificio necesario.

Supongo que es un dato de sobra conocido, pero Repsol, Telefónica, Argentaria (ahora BBVA), Telefónica (ahora Movistar), Tabacalera, Iberia y Endesa eran empresas públicas españolas. Con sus ventajas e inconvenientes. No se optó por una gestión eficaz de las mismas, como la BBC en Reino Unido o Samsung Electronics en Corea del Sur. Eso "tardaba" demasiado y debíamos recordar que quedaban 4 años para la entrada en el euro. Se optó por venderlas a gente de confianza que supiera sacar mayores beneficios. ¿Para quién? Eso ya no lo sé.

No era nada nuevo, los socialistas ya habían comenzado a vender participaciones de las grandes empresas estatales con la intención de desmantelar el tinglado franquista. Sin embargo, los populares se mostraron especialmente entusiastas. Entre 1996 y 2001 el Estado ingresó 5,1 billones de pesetas, lo que supone 30.651.617.323€ (30.650 millones de euros). La gran mayoría de esas privatizaciones se llevaron a lo largo de los dos primeros años de la primera legislatura, entre 12.000 o 20.000 millones (no he encontrado datos concluyentes). Por hacer una comparación, los últimos recortes llevados a cabo por el Ejecutivo son de alrededor de 6.000 millones de euros.

Aznar sólo culminó un largo proceso de privatización comenzado en los 80 que buscaba la dinamización del tejido empresarial español. Es curioso como las grandes multinacionales españolas, exceptuando el Santander y el Grupo Inditex, provienen del sector público. Otras, que fueron gestionadas desde el origen de forma privada sin embargo no han logrado los mismos logros. El PSOE, que habría hecho lo mismo, sólo se quejó de cómo se había hecho. Al parecer no hubo transparencia en el proceso ni se sacó el suficiente partido a las ventas. De hecho, pese a las privatizaciones, el Gobierno mantuvo a personas elegidas políticamente en órganos ejecutivos de las empresas. Gente de confianza, como Juan Villalonga, el amigo personal de Aznar.

¿Qué hacer con tanto dinero? Muy sencillo, invertirlo de forma inteligente. Y como buenos españoles, decidieron invertir esa riqueza en la construcción. Un casa era un hogar, un bien imperecedero y cuyo precio subía como la espuma debido a la fluidez de crédito, la demanda y las sinergias que producía. Así es, millones de personas, gran parte de la sociedad, vieron un filón en la construcción. No sólo especulando, también en la obra. No hacía falta mayor formación que los estudios mínimos para conseguír mucho dinero. El hedonismo se apoderó de la sociedad ya que la riqueza era accesible para todos.

Se jugó todo a un par de cartas: turismo y construcción. De hecho, se trataba de una sola carta. El levante español se enladrilló con ahínco para atender a un turismo que buscaba sol, sangría y precios competitivos. Esto no es nada nuevo, se llevaba haciendo años. Lo que si era nuevo era el boom, el crecimiento exponencial sin escrúpulos. Mientras en EE.UU estallaba la burbuja de las .com aquí nos dábamos al ladrillo como si nos fuera la vida en ello. Y se repitieron errores. Cuando venían de América los barcos repletos de oro, decidimos importar todo sin complicarnos más de lo necesario. Hasta que el oro se agotó. En vez de crear un sector de renovables potente, optamos por tomárnoslo como algo exótico y subvencionarlo gracias con el dinero que venía del andamio. La base en la que nos apoyábamos todos era tan precaria que estábamos completamente expuestos.

Millones de empleos dependían de la construcción, incluídos bancos y constructores, que se repartían las mayores ganancias. Ellos alimentaban el caudal de crédito que entraba en España para abastecer el hambre especulador. Y no es que fuera culpa del PP, ellos sólo aplicaron con mayor eficiencia y efectividad el programa establecido por los mercados para conseguir ser miembros importantes en Europa. Tal vez hubo un lucro indevido en sus privatizaciones, seguro que la Ley de Suelo fue pésima, pero la riqueza que se generó no la gestionó bien ningún órgano de gobierno, ya sea estatal, autonómico, regional o municipal. Sólo hay que mirar a Valencia.

No había barrera de protección ni garantías cuando las fuentes prodigiosas de crédito cesaron de manar. Con un suspiro, no con un terremoto, los países sufrieron la peor resaca de todas tras la grandiosa borrachera de los años anteriores. Europa, tocada y hundida, había sucumbido a sus propias contradicciones y errores. La autocomplaciencia y la soberbia había llevado a la sociedad del bienestar al abismo al cerrar los ojos a los hechos, que son tozudos: la Unión Europea no era una unión. Sólo así se explica la incapacidad para prevenir y actuar eficientemente frente a la crisis de los mercados.

¿Hizo entonces trampa el PP? No, jugó con las reglas del mercado. Vendió un milagro cuando no lo era, como tantos productos de la Teletienda. Vendían futuro y esperanza, cuando en realidad el estado salvaba el déficit a base de privatizaciones, que a día de hoy han supuesto 45.000 millones de euros de beneficios. Pan para hoy, hambre para mañana. Esa cifra palidece en comparación con el dinero gastado en los sucesivos rescates a la banca. Empresas que, gestionadas pública o privadamente, han actuado de forma irresponsable y criminal. Que nos han costado miles de millones. Y que ahora van a gobernar.

Así es el juego de la Política.

Salud & aventura.

3 comentarios:

Uno que pasa dijo...

Me recuerda al juego de tronos.

Senior dijo...

Pues yo, me ajusté al presupuesto, y la compra de bienes a plazo, venía obligada por la imposibilidad de ahorrar el coste total previamente, debido a la inflaccion trotante...el gasto galopante existió, pero al final los "mios", tambien sufren las consecuencias de la imprevisión de la cigarra...

izanik dijo...

El juego de la Política, o el juego del revólver cargado con balas. Ir dándole al gatillo en las sienes de los más débiles "qué bien estamos, qué lujo, qué futuro", hasta que las balas terminan por llegar.Pero eso sí, los que empuñan el revólver sólo juegan a empuñarlo. Que mueran los demás.