martes, 7 de junio de 2011

La nota de un hombre muerto

Es curioso cómo muchas veces uno no sabe qué busca y cómo a veces lo encuentra. Me alegra saber que no estaré solo el día en el que me decida a prender fuego al mundo. Quiza por eso me entren tantas ganas de empezar contigo. No a prenderte fuego, sino a prendérselo al mundo. No me va nada bien y cada segundo que pasa es peor. Aunque nunca lo suficiente. Por algo dirán que la vida es eso que sucede justo antes de morirse. Un maldito accidente, pero nada grave. Lo grave de verdad viene después.

Lo realmente triste y absurdo de hacerse adulto es que pierde toda la puta magia estar maldito. Después de pasarse uno toda la vida diciendo que todo es una mierda, te encuentras con que, de repente, es así como tenían que ser las cosas. Y es entonces cuando todo el mundo parece en contra. ¡Cuánto cínico! Me hace gracia que la gente ahora se muestre orgullosa de llamarse "indignada". Lo único que demostramos con cada exalación es que somos imbéciles. Y podría repetirlo mil veces, con toda la razón del mundo, que nadie se daría cuenta. La única magia que queda en el mundo es la peor de las ignorancias. Es lo que pasa cuando condenas a un parásito -la raza humana- a intentar comprender el universo.

Y eso, todo en este punto, me parece una puta mierda. Y aprovecho tus desprevenidas orejas para gritarlo, ¡ESTOY HASTA LOS COJONES DE TODO Y TODOS! No merezco ya ni la posibilidad de quejarme entre los que me rodean porque, claro, somos legión los que empezamos a hacinarnos en el bando de los perdedores. Ahora hasta los que siempre han vivido bien se ponen el brazalete de perdedor y maldito porque hasta la desgracia es una moda. Que no vengan con milongas, hemos sido así de gilipollas siempre. Es inevitable ante esta terrible falta de humildad que padecemos. Pero tiene sentido, mientras nosotros mandamos naves al espacio y todo eso, nuestro pariente más próximo ha aprendido a usar una piedra para cascar nueces. El liberalismo tiene razón en postular que sin competencia el motor productivo se atrofia. Y también la materia gris. No en cuanto a tecnología, pero sí en cuanto valores y sentido común. A veces me acuerdo de lo que dijo aquel profesor calvo de CTI o TCI o como fuere (tengo su libro en frente, Algarra), "hace falta ser un poco más tonto, más ingenuo, y tener más corazón". Nunca nadie, más absolutamente lejos de toda razón, dio en la diana con tanta puntería.

Y te preguntarás por qué digo todo ésto, a qué viene y por qué, pese a todo, te recuerda a todo lo que ya he dicho alguna vez. Pues sencillamente porque estoy hundido. Lo único que me quedaban eran mis principios y la esperanza de que "juntos" iba primero en todas las quinielas. Pero asistimos al experimento sociológico más cruel y gratuito que se ha realizado jamás. Los que dirigen el cotarro están poniendo a prueba el sistema y están descubriendo que el animal bípedo que abandonó la caverna sigue entre nosotros. Tiene el mismo miedo a lo inexplicable, tiene la misma necesidad de interpretar el mundo -o de que se lo interpreten- y sigue sin saber exactamente qué coño hace aquí. Antes nos vendían una respuesta para mantenernos puestas las cadenas. Ahora las cadenas son la única respuesta. Y el dolor, cuando aprietan, la única realidad.

Lo veo cada día en mis alumnos. Mi fracaso como mercenario de la educación y mi fracaso como insuficiente última barrera de contención. Mis alumnos, en muchos casos, se rindieron hace tiempo ante sus dificultades de aprendizaje. Sus losas son diversas, ya pueden ser un diagnóstico más o menos precipitado, un sistema educativo completamente zombi o el simple fracaso de la sociedad, y el tercero en mi haber. ¿Qué les pasa a estos chavales? Yo sólo tengo palabras y esperanza para ellos, porque no puedo construir un sentido entre tanta ruina educativa. Pero lo peor es ver que no tienen motivos. Yo no recuerdo aquel vacío. No recuerdo esa adolescencia, porque para mí aquel vacío generaba hambre, miedo, pánico, ilusión. Me pasé tantos años con la cabeza metida en el culo de la desesperanza para descubrir que yo al menos tenía algo... Porque ellos no tienen nada, sólo la indiferencia. Lo mismo que a mí no me deja dormir, a ellos les hace incapaces de descubrir la verdad. Igual que yo me hundo, ellos también lo harán. Sé que me llamarás exagerado. Pero yo sabía que ésto iba mal desde siempre y, ahora que vemos los dientes, la lengua y hasta la campanilla al lobo -y lo que nos queda- la gente se indigna. Estamos criando niños vacíos, futuros esclavos aún más borregos que nosotros mismos.

Sufro, sufro por un trabajo de mercenario en el que trato con personas. Claro, muchos aprueban, pero yo no tengo nada que ver. Es el sistema el que se arrodilla abriendo cada vez más la puerta. Yo no les explico sólo la materia, a veces ni eso. Les tengo que explicar por qué estamos en crisis, cómo se forman los rayos, qué problema hay en preferir hacer una injusticia que padecerla. Sólo soy un charlatán que se busca el pan como puede y que no puede ayudarles en lo importante. En ese insoportable vacío que a mí no me deja dormir por las noches. ¿Cómo voy a llenar ningún agujero si yo mismo me siento como uno? ¿A dónde voy a mandar a nadie si yo tampoco sé a dónde voy?

Es una presa invisible que cada día se cierra. Antes podía llamarlo depresión, pero sé que ésto no es. La depresión te da ganas de acabar con todo, te hunde en la tristeza y, de vez en cuando, te mete un subidón de estamina para devolverte a la vida. Yo buscaba el sentido y buscaba un lugar dónde agarrarme aunque nunca lo encontrara. Por muy mal que estuviera siempre sabía que había un lugar para una luz pequeña que al menos me recordara la inmensidad de la oscuridad. Ahora no hay nada de eso. Durante mucho tiempo estuve pensando cómo quitarme la vida, pero luego me di cuenta de que no tiene sentido. No sabría expresarlo, pero la idea me parece realmente idiota. Y no es por los que os quedáis aquí. Cuando estás deprimido es el último asidero romántico, se trata de forzar una situación límite que te recuerde por qué has de seguir vivo -o por qué no-. Pero ahora me parece un acto egoísta y sin sentido.

No tiene sentido querer morir cuando ya te sientes muerto. Cuando a veces descubres que llevas un rato sin respirar y sin pensar si quiera. Y te das cuenta de que no estabas tan mal. Lo más triste es que ser un cadáver exquisito hoy en día no vale nada. Hay a patadas. Dirás que no, que el 15M y las revueltas de Oriente Próximo dicen mucho sobre cómo de llenas están nuestras vidas. Pero yo sólo veo cascarones a la deriva reproduciendo lo que ellos creen que es una revolución, reproduciendo lo que ellos creen que es una indignación y añadiendo la pizca de discordancia con el ritmo del mundo. No en vano la dialéctica necesita de opuestos para avanzar. La globalización ha conseguido estandarizar la sociedad, precipitando que la crisis de "nuestra" sociedad, sea el fin de la Sociedad. Los que atisbaron su comienzo fueron listos y firmaron para su final. El Ragnarök da igual que sea en IMAX o en pantallas 3D, es siempre predecible.

Me he encerrado en mí mismo. No puedo escribir, ni tampoco quiero. Solo siento dolor al no poder sentir ninguna de las palabras que escribo. Nunca he creído en nada que esté escrito para no ser leído. Antes sentía que debía decir las cosas y debían ser escuchadas. O que podían serlo. Ahora sin embargo no siento nada. Siento que tengo piedras dentro de mí, pero que tengo que fingir que no. Y cuando intento ser como debo ser me pierdo y toco el fondo. No me siento vivo y sé que no lo estoy. Te escribo esto a tí porque sé que no me vendrás con recetas, con soluciones ni con nada de eso. Todo el mundo tendrá un diagnóstico: soy demasiado vago para encontrar un trabajo, que me encanta quejarme, que necesito unas vacaciones, que soy un exagerado, que siempre igual. Y la verdad es que detrás de mi rostro, de mis palabras y de intentar hacer las cosas bien me siento vacío. Como si la luz que sentía dentro, eso que de niños nos decían nos hacía únicos, fuera sólo ceniza.

¡Claro que da miedo mirar ahí dentro! Tanto como a una herida gangrenada. Antes deseaba que el mundo parase, aunque fuese un segundo, para poder hacerme una composición de lugar. Ahora simplemente espero a que, de un momento a otro, ya sean años o décadas, deje de respirar y se vaya todo al carajo. Para ti mis palabras y mi sonrísa será completamente sincera, pero detrás de ella, y desde hace tiempo, sólo hay vacío y una insufrible sensación de vértigo. Porque de un momento a otro mi propio cascarón se romperá y dejaré de encajar en este dichoso sistema.

¿Sabes cuál es el problema de nuestro mundo? No es la crisis financiera, ni de la cultura ni la de los valores. No es la guerra, ni el hambre ni la estupidez del hombre. El problema del hombre es que yo no sea el único que se siente así y no sepamos cómo pasó. El problema es este terror que no sé expresar con palabras que nos resopla en la nuca y que llevamos demasiado tiempo confundiendo. El problema es que en el fondo de cada uno nosotros habite un monstruo como el que me devora a mí por dentro y que lleve allí desde siempre sin que hayamos visto la solución. Porque es un veneno sin antídoto, indoloro y absolutamente gris. Es la más absoluta y negra desesperanza. Y ahora, es lo único que tengo.

Atentamente.

PD: Gracias David M.F.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

He estado leyendo algunas de tus entradas, pero esta es la que más me llama la atención de todas las que he leído.

Lo primero, el título, "La nota de un hombre muerto". Demasiado dramático, suena como si te hubieses pegado un tiro y dejado una nota de despedida pegada en el frigorífico.

Lo segundo, coincido en tu descripción de la situación actual. Que sí, que todo se va a la mierda, y nos ha tocado a nosotros vivirlo. Incluso diría que tienes razón con eso de "No tiene sentido querer morir cuando ya te sientes muerto". Pero (conmigo siempre hay un pero) creo que, a pesar de ese vacío existencialista que sientes, no eres un fracaso, todavía (broma).

No pretendo ser moralista ni nada por el estilo. Sólo te diré algo que me dijo una amiga, como curiosidad, pero que al pensarlo se convierte en una gran verdad. ¿Sabes por qué los niños son felices? Porque viven en el presente. Cuando juegan, están jugando; cuando lloran, están llorando; y cuando ríen, están riendo. Tan simple como eso. Cuando crecemos, sin embargo, sólo tenemos tiempo para el futuro; hacemos planes, creamos compromisos, planeamos acontecimientos... cuando en realidad lo que vale la pena es el momento presente. Por algo la propia palabra "presente" viene a significar "regalo"; el presente es el regalo que nos da la vida.

No digo que no valga la pena plantearse las grandes cuestiones, o deprimirse porque no podemos resolverlas. La clave es adecuar esas cuestiones al momento, mientras ves atardecer en la playa o cuando llegas a la cima de un monte y ves una gran llanura verde a tu alrededor. Consiste en disfrutar con cada pensamiento, sea alegre o triste, por el simple hecho de que se está dando. Porque el hecho es que no estás muerto, y que tampoco te sientes como tal, ya que el mero hecho de escribir esta entrada implica una emoción que, créeme, ningún zombi puede ofrecer.

Jon

P.D. Tu otra entrada, la de "Me gusta..", mola.

izanik dijo...

Sólo se me ocurre decir que, a pesar de que el mundo esté supuestamente lleno de ignorantes y cabrones, a tu alrededor tienes a personas que te aprecian y te quieren. Esas personas también son la sociedad, y piensan, y sienten. No todo es tan negro como te lo pintas, antihéroe. Está bien ser pesimista, pero no pasarse, porque ya ves, sólo acabas haciéndote daño a ti mismo. Al fin y al cabo, cuando tú y yo muramos, el planeta seguirá dando vueltas exactamente igual que ahora. No somos tan trascendentes, nuestra especie no es tan importante. Mucho ánimo, un abrazo.