lunes, 22 de noviembre de 2010

El hombre de las cavernas...


El otro día pensaba en que me gustaría perderme un tiempo en un pequeño pueblo costero. Un lugar íntimo, de vida rutinaria y con vistas al mar gris del invierno. Luego me di cuenta de la magia que escondía aquel deseo, aquella reminiscencia de un tiempo mítico. La especulación inmobiliaria ha borrado cualquier rastro de su existencia, dándole a mi capricho el velo de fantasía mitológica. Ahora la costa está plagada de gigantes de hormigón que, como a Don Quijote los molinos, representan una batalla perdida.

¿Quién parió aquellos gigantes? Muchos dirán que los especuladores y las constructoras ávidas de dinero fácil. Sí, pero también todos los que decidieron tener su casa "a pie" de playa. Lo importante ya no era el mar, la costa o ir de vacaciones, era tener "el apartamento en la playa". Un lucrativo negocio fraguado en nuestras expectativas sociales. No ya en ser como los demás, sino en desear lo mismo que los demás.

En el mundo han desaparecido numerosas barreras. En términos de consumo se ve muy claro. Primero se saca un producto a un precio prohibitivo. Una vez que todos los ricos lo tienen, se vende de una y mil maneras a los menos pudientes. Hasta que todo el mundo tiene uno. Ya sea una herramienta tecnológica o una marca de ropa. Una noche en una ciudad o un plato en un restaurante.

Es el todo para todos. No es que se borren las barreras económicas, lo que se hace es socializar el deseo. Cedemos ante un deseo que no nace en nosotros, sino que es producto de la homogeneidad del mundo que nos ha tocado vivir. ¿Hacer todo lo que queramos es libertad? ¿Sucumbir a préstamos abusivos para obtener esa satisfacción es ser libre? Duele cuando te dicen que quieres algo porque lo quieren otros, y es por eso que igual tardamos en darnos cuenta. La verdadera libertad es un compromiso difícil y duradero. Nada que ver con este mundo de satisfacción inmediata y sentimientos pasajeros.

En los años 90 ETA decidió "socializar el dolor" para que todos sufrieran y compartieran el dolor de su patria vasca. Se transformó en una "socialización del terror" ya que, una vez que los objetivos ideológicos parecían carecer de sentido, los objetivos militares se dirigieron a la nuca de cualquiera. Y funcionó. Donde los preceptos políticos parecían fracasar, el terror y la violencia dividió a la sociedad y les mantuvo en el candelero. Es más fácil tratar con un rebaño atemorizado que con una manada organizada.
"48 horas para salvar el Euro". Irlanda somos todos...

Ahora es Irlanda la que ha socializado la deuda contraída por sus bancos. No sólo eso, sino que además la vamos a pagar entre todos. Los ídolos suelen ascender y caer solos, pero las sociedades tienen siempre las de perder. La II Guerra Mundial la ganaron Churchill, Rooselvelt y Stalin, pero la perdió todo el pueblo alemán. Su nación quedó dividida y quedaron estigmatizados. Así lo escriben, los líderes ganan y las naciones pierden.

De hecho la política se ha apuntado a la socialización. Si un paciente va al médico con los brazos rotos, el deber del terapeuta será hacer todo lo posible para que sanen. Sin embargo, en política dicen "preocuparse" por los asuntos ciudadanos. Si el paciente quiere que le hagan un escáner cerebral para buscar un tumor en vez de que se ocupen de sus brazos... se hace el escáner, aunque sea mil veces más caro e inútil. Es más, si el paciente tiene un arañazo en una pierna, podremos ponerle una tirita. Es fácil y nos acredita como profesionales. Porque posiblemente el médico que nos atienda sea un proctólogo y no sepa nada de traumatismos en las extremidades.

Los interesados en la ficción de la socialización, por el contrario, no están nada interesados en conceptos como "exclusividad". Pervienten el término, retorciéndolo. Mientras la publicidad, la propaganda y la política se dirige cada vez más a nichos específicos, se nos vende que todos somos iguales. ¿Por qué sino voy a tener que pagar la deuda de los banqueros? ¿Por que en los 50 canales de la TDT hay prácticamente la misma oferta en casi todas las cadenas? La ficción es que todos somos iguales en un mundo en el cual todos somos exclusivos.

Esta incongruencia tiene una fácil explicación. El Mercado necesita que seamos iguales para poder manipularnos, pero necesita diversos mercados para seguir creciendo. De forma fría y sistemática se nos pone la etiqueta que configurará nuestros deseos. Nos da un lenguaje que nos identifique, una ideología que nos divida y se dedica a vender y comprar cuotas de poder. Y crean el laberinto del que cada vez es más difícil salir. La socialización del deseo nos lleva a la división. Y esto lo ha hecho un ente sin conciencia que llaman El Mercado.

Creo que todos somos radicalmente iguales y también únicos. Pero eso no se vende porque a nadie le interesa. Sólo interesa la ficción, el concepto. Meternos la idea por los ojos mientras seguimos utilizando su lenguaje y obedecemos sus dictámenes. Cuando hace falta sentir miedo lo sentimos, como ahora; cuando hace falta ser felices, lo somos. Y ni siquiera imaginamos nada ahí fuera. "Democracia", "globalización" y "libertad" son los tres fantasmas que nos asolan, de los que sólo hemos visto un reflejo.
Sombras de personas hechas con basura. Tim Noble.

Hoy, más que nunca, somos hombres de las cavernas. De la Caverna de Platón.

Salud & aventura

6 comentarios:

Senior dijo...

¡Qué invento! el gobierno global y no nos enteramos... un grupo, usando medios del siglo XXI nos controla, nos somete, y por eso, nos obliga a pagar SU deuda, SUS pérdidas, SUS errores, SUS beneficios... y como tenemos algo, nos hacemos conservadores... somos propietarios de algo, la cabaña, el carro, los caballos, las ovejas, la vaca, el taller, la mujer, los hijos, el prestigio, la fama.......y de pronto, alguien nos enseña que no le pueden robar sus ideas, sus pensamientos, sus miedos, sus amores, y al rato, cuando nos anima y sonreimos, en un instante, le mata un tigre dientes de sable....¡uf!, ¡que pesimista!, eso no suele ser lo mio, prometo recuperarme.Lo siento.
¡talud de fortuna!

Vetton dijo...

Pues...... si sigue así Corea del Norte... lo mismo se cumple el dibujito que ilustra el artículo.

Arnau dijo...

"No ya en ser como los demás, sino en desear lo mismo que los demás".

Palmaria frase.

Y yo que creo que nos precipitamos cuando nos autodenominamos "racionales".

Somos una masa sin cerebro; y la mayoría no lo sabemos.

Vetton dijo...

Me temo que aplicamos el concepto "racionalidad" desde nuestra racionalidad. Es como la "racionalidad" que una ameba se aplica a si misma desde su racionalidad.
Es decir, todo es subjetivo. Aplíquese el prinicipio de inferencia del Observador en la Observación.

Uno que pasa dijo...

Y es triste que no podemos ejercer esa "racionalidad", escasa por cierto, de una forma sensata y con miras a un futuro (muy incierto).

Con esos cerebros superdesarrollados que nos da la naturaleza y que según los científicos no los usamos con todo nuestro potencial. Una pena. Al final tendremos en vez de neuronas papel-moneda, que parece que es lo que actualmente mueve al mundo.

izanik dijo...

Estoy de acuerdo con todo, Antihéroe. Has dado en el clavo. Excelente entrada. ¡Un abrazo!