Sócrates dijo una vez una verdad, necesaria para la filosofía y, por tanto, para la vida en general. "Sólo sé que no sé nada". Últimamente le doy muchas vueltas a esto porque, el mundo entero y la realidad, están interconectados y yo, porque lo valgo, los conecto como quiero. Y me acucia la sensación de querer hacer muchas cosas y acabar haciendo ninguna. Mi cabeza anda espesa y mi voluntad se bate en retirada.
La máxima socrática no es en ningún caso un alabanza a la ignorancia. Simplemente señala la certeza de que la búsqueda de un mayor conocimiento generará siempre mayores incógnitas. El intento de satisfacer de forma completa todas nuestras dudas no puede desembocar en otra cosa que no sea el fracaso. Pero por limitación humana y cognoscitiva, no por debilidades en la voluntad. Y eso, por supuesto, no debe hacernos desistir de la búsqueda de conocimiento y progreso; nos debe enseñar que el objetivo debe ser agrandar el horizonte y no cercar a la verdad.
No sé dónde escuché por primera vez aquello de "el que mucho abarca poco aprieta". Lo cierto es que tipos como el artista e inventor Leonardo da Vinci, el multidisciplinar inventor Thomas Alva Edison o el filósofo y matemático Bertrand Russel -ganador de un premio novel... de literatura, a la izquierda- son unos pocos ejemplos de personas que tocaron y tocan con éxito varios palos con notable éxito.
Para mí tener un dominio en alguna cosa me cuesta horrores y por eso me llama la atención aquellos que consiguen hacer miles de cosas y cultivar muchos saberes con un acierto notable. Lo que más me preocupa es dónde se encuentra toda esa gente a la hora de la verdad. Serían guías excelentes en esta isla de ciegos que a veces semeja nuestra península y, por consiguiente, el continente entero.
Tendemos siempre a criticar a los políticos, a los jueces y a los que mandan en general. Cualquier tipo de autoridad impuesta nos crea sarpullidos. Todos sabemos qué está bien y qué está mal, y elegimos a nuestra discreción. Somos capaces de conducir nuestras vidas nosotros solitos, sin que nadie nos diga cómo hacerlo. Ni, por lo tanto, nos ayude. Nosotros sabremos respetar la sociedad porque somos hombres libres y maduros. Y el que no quiera -o pueda-, que se las apañe como pueda.
Todos en el fondo queremos vivir a nuestro aire, amparados por un estado que proteja lo que nos resulta simpático y censure, por contravenir nuestra libertad, aquello que nos resulte molesto. Por supuesto, no todos podemos permitirnos estos lujos. La humanidad, que más o menos considero una, está expandida por todo el globo bajo diferentes yugos y condiciones. Un chino puede quejarse de sus políticos, jueces y demás autoridades con mayor dureza.
Pero no hace falta irse tan lejos. Aquí tú puedes pedir a la justicia que deje limpio a tu amigo y ofrecer contrapartidas -¿alguien dijo prevaricar?-. Puedes conseguir que la Justicia se quite la venda y corra como nunca para evitar que un juez pueda mantener su dignidad durante el transcurso de varios procesos irregulares contra él. Y no faltan los borregos y palmeros que claudican y rinden su sentido crítico ante estos nuevos prohombres del ente popular. Y la risa se torna en llanto cuando resulta que van a denunciar a un funcionario que ha descubierto irregularidades en su partido. Ahora es costumbre en España que el caco denuncie a la justicia.
El otro día, jugando al trivial, salió la pregunta de "¿qué político español es el autor de la frase la calle es mía?". Don Manuel Fraga Iribarne, senador en activo en la democracia española y ministro franquista, de la España del aguilucho, pronunció esto durante la masacre de Vitoria de 1976. Visto lo visto, no me extraña que este señor fundara el partido "liberal" por excelencia del panorama español. Es muy fácil hablar de libertad cuando eres tú el que pone las cadenas a los demás y cuando tu libertad es dogma.
La libertad, la libertad, la libertad. No la conocemos y, sinceramente, yo muchas veces renuncio a ella. Porque no hay mayor libertad que elegir tus propias cadenas de forma consciente y comprometida. La libertad es el ejercicio responsable de nuestras decisiones, equivocándonos o no. No hay entorno más proclive a la sensación de libertad que el mar. En él no puedes hacer lo que te de la gana, más bien debes hacer lo que debes que determinación. Y encierra riesgos, conocidos y desconocidos. El mundo y la realidad están interconectados, generando un mar aún más mayor y complejo.
Lo ideal sería que no tuviesen que decirnos qué hacer porque ya lo sabríamos; que no hubiese policía porque nadie violentara al prójimo; que pudiésemos esperar de la justicia y la política el compromiso y la ayuda para conseguir que todos tengamos las mismas opciones ante la loca marea del mundo. Primero igualdad, luego progreso y, tal vez, comprendamos entonces de qué trata la libertad.
Todo esto no se consigue de la noche a la mañana, pero no se puede postergar. Por eso espero, pido y sueño, con que esas personas multidisciplinares, brillantes y de fuertes voluntades nos ayuden a todos a conseguirlo. Qué despierten en lo que alguno -y sabe quién es- llama neonacimiento. Porque el capitalismo sólo ha traído más incógnitas como advierte Sócrates, y este camino no ha terminado. Es absurdo refundar algo obsoleto, es absurdo estar encerrados en la misma dialéctica indefinidamente.
Nadie habló de sacrificio, compromiso y convicción. Se nos habló de libertad y, tal vez, a aquellos destinados a cambiar las cosas, realmente lo que les sabe a libertad es callarse entre tanto ruido.
Salud & aventura. Y auténtica libertad.
La máxima socrática no es en ningún caso un alabanza a la ignorancia. Simplemente señala la certeza de que la búsqueda de un mayor conocimiento generará siempre mayores incógnitas. El intento de satisfacer de forma completa todas nuestras dudas no puede desembocar en otra cosa que no sea el fracaso. Pero por limitación humana y cognoscitiva, no por debilidades en la voluntad. Y eso, por supuesto, no debe hacernos desistir de la búsqueda de conocimiento y progreso; nos debe enseñar que el objetivo debe ser agrandar el horizonte y no cercar a la verdad.
No sé dónde escuché por primera vez aquello de "el que mucho abarca poco aprieta". Lo cierto es que tipos como el artista e inventor Leonardo da Vinci, el multidisciplinar inventor Thomas Alva Edison o el filósofo y matemático Bertrand Russel -ganador de un premio novel... de literatura, a la izquierda- son unos pocos ejemplos de personas que tocaron y tocan con éxito varios palos con notable éxito.
Para mí tener un dominio en alguna cosa me cuesta horrores y por eso me llama la atención aquellos que consiguen hacer miles de cosas y cultivar muchos saberes con un acierto notable. Lo que más me preocupa es dónde se encuentra toda esa gente a la hora de la verdad. Serían guías excelentes en esta isla de ciegos que a veces semeja nuestra península y, por consiguiente, el continente entero.
Tendemos siempre a criticar a los políticos, a los jueces y a los que mandan en general. Cualquier tipo de autoridad impuesta nos crea sarpullidos. Todos sabemos qué está bien y qué está mal, y elegimos a nuestra discreción. Somos capaces de conducir nuestras vidas nosotros solitos, sin que nadie nos diga cómo hacerlo. Ni, por lo tanto, nos ayude. Nosotros sabremos respetar la sociedad porque somos hombres libres y maduros. Y el que no quiera -o pueda-, que se las apañe como pueda.
Todos en el fondo queremos vivir a nuestro aire, amparados por un estado que proteja lo que nos resulta simpático y censure, por contravenir nuestra libertad, aquello que nos resulte molesto. Por supuesto, no todos podemos permitirnos estos lujos. La humanidad, que más o menos considero una, está expandida por todo el globo bajo diferentes yugos y condiciones. Un chino puede quejarse de sus políticos, jueces y demás autoridades con mayor dureza.
Un español de bien intenta buscar un vídeo que insulte al presidente. Ah, no. Vía caglecartoons.com
Y es que, ser liberal y sobrevivir en el intento, sólo se lo pueden permitir unos pocos. Por ejemplo aquellos que arriesgan su dinero -y el nuestro- en arriesgadas operaciones financieras sin ningún tipo de regulación oficial, y que, cuando pierden, exígen ser rescatados sin pagar nada a cambio. O montar una plataforma petrolífera sin planes de respuesta ante un posible accidente y luego evitar responsabilidades.Pero no hace falta irse tan lejos. Aquí tú puedes pedir a la justicia que deje limpio a tu amigo y ofrecer contrapartidas -¿alguien dijo prevaricar?-. Puedes conseguir que la Justicia se quite la venda y corra como nunca para evitar que un juez pueda mantener su dignidad durante el transcurso de varios procesos irregulares contra él. Y no faltan los borregos y palmeros que claudican y rinden su sentido crítico ante estos nuevos prohombres del ente popular. Y la risa se torna en llanto cuando resulta que van a denunciar a un funcionario que ha descubierto irregularidades en su partido. Ahora es costumbre en España que el caco denuncie a la justicia.
El otro día, jugando al trivial, salió la pregunta de "¿qué político español es el autor de la frase la calle es mía?". Don Manuel Fraga Iribarne, senador en activo en la democracia española y ministro franquista, de la España del aguilucho, pronunció esto durante la masacre de Vitoria de 1976. Visto lo visto, no me extraña que este señor fundara el partido "liberal" por excelencia del panorama español. Es muy fácil hablar de libertad cuando eres tú el que pone las cadenas a los demás y cuando tu libertad es dogma.
La libertad, la libertad, la libertad. No la conocemos y, sinceramente, yo muchas veces renuncio a ella. Porque no hay mayor libertad que elegir tus propias cadenas de forma consciente y comprometida. La libertad es el ejercicio responsable de nuestras decisiones, equivocándonos o no. No hay entorno más proclive a la sensación de libertad que el mar. En él no puedes hacer lo que te de la gana, más bien debes hacer lo que debes que determinación. Y encierra riesgos, conocidos y desconocidos. El mundo y la realidad están interconectados, generando un mar aún más mayor y complejo.
Lo ideal sería que no tuviesen que decirnos qué hacer porque ya lo sabríamos; que no hubiese policía porque nadie violentara al prójimo; que pudiésemos esperar de la justicia y la política el compromiso y la ayuda para conseguir que todos tengamos las mismas opciones ante la loca marea del mundo. Primero igualdad, luego progreso y, tal vez, comprendamos entonces de qué trata la libertad.
Todo esto no se consigue de la noche a la mañana, pero no se puede postergar. Por eso espero, pido y sueño, con que esas personas multidisciplinares, brillantes y de fuertes voluntades nos ayuden a todos a conseguirlo. Qué despierten en lo que alguno -y sabe quién es- llama neonacimiento. Porque el capitalismo sólo ha traído más incógnitas como advierte Sócrates, y este camino no ha terminado. Es absurdo refundar algo obsoleto, es absurdo estar encerrados en la misma dialéctica indefinidamente.
Nadie habló de sacrificio, compromiso y convicción. Se nos habló de libertad y, tal vez, a aquellos destinados a cambiar las cosas, realmente lo que les sabe a libertad es callarse entre tanto ruido.
Salud & aventura. Y auténtica libertad.
1 comentario:
Todas las opciones valen, y si soy respetuoso debo admitir que alguien opte por ser esclavo... como bien dices, la libertad, se descubre y luego se conquista. Además eso forma parte de ese problema que han creado con lo el velo en las mujeres musulmanas...¿libertad o sometimiento? ¿Exclavitud o rebeldía? ... eso si eso no... por ejemplo, ¿porque esta contento el FMI y la UE y yo no?... yo voté, yo elegí, yo pague mis impuestos y me pagaron mi trabajo con un salario modesto y normal, aboné mis deudas, no fui moroso en mis préstamos créditos y facturas, no especué con dinero ajeno (ni mio)... ¿dónde me equivoqué y hundí la economía?... ¿por qué debo apretarme el cinturón?,O tu abuela y tu abuelo?... supongo que la libertad, es conocer críticamente la realidad, y aceptar ser ciudadano y dar una respuesta solidaria y crítica, esperando, que poco a poco, cambiemos el mundo, tenemos una eternidad por delante, hay tiempo, ¡alud de ventura!
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