jueves, 15 de abril de 2010

Días extraños


En 1995 una directora de cine poco convencional filmó la película Días extraños, que mezclaba una trama futurista -sita en el año 2000- con acción y suspense. Esa directora era Kathryn Bigelow, que ya había conseguido reconocimiento en 1991 gracias a Le llamaban Bodhi, con un jovencísimo Keanu Reeves y Patrick Swayze; justo el mismo año en que se acabó su matrimonio con James Cameron, que ya había dirigido Terminator y la segunda parte de Alien.

¿Por qué digo ésto? Porque ha sido en 2010 cuando aquella peculiar directora, centrada siempre en temas masculinos, se ha convertido en la primera mujer en ganar un Oscar a la mejor dirección. Precisamente frente a su ex-pareja, Cameron, y con una cinta bélica, En tierra hostil. No sólo eso, sino que además la cinta de su marido ha batido todos los records de taquilla, reinventando el cine en 3D, mientras que la suya es una modesta -modestísima comparando presupuestos- película que fue recogida tibiamente en los cines durante su estreno.

La película de 1995 hablaba de un futuro -ya pasado- en el que se podía traficar con las sensaciones y los recuerdos, utilizándose como drogas duras. Vivir un atraco, una violación o un asesinato en primera persona son las cosas con las que disfrutaban los yonkis de ese futuro alternativo. En 2010, en el mundo real, lo más parecido es el 3D que arrasa en la taquilla y mata lentamente al cine. Al menos el que se preocupaba por sumergirnos en una historia. Como toda droga, también deteriora a la par que entretiene.

Miro a mi alrededor y siento que, a pesar de todo, también vivimos días extraños. Ayer en el autobús viajaba una mujer con su hijo, un niño rubio -pelo corto- y ojos claros. Piel blanca, un rostro bonito, de sonrisa sincera. Su madre compartía con él todos esos rasgos, sólo que con el cabello más largo y la sonrisa más generosa. Lo único que desentonaba era el feo moratón que rodeaba su ojo derecho y que, la alegría de estar con su hijo, no disimulaba. Igual se había caído por unas escaleras, o se había pegado con una puerta. Yo no lo sé pero, lo que sí sé, es que me dió vergüenza y pena. Honda. Y se trataban de sonrisas.

Últimamente me cuesta escribir. Es más, no escribo. Pierdo mi tiempo en rompecabezas mecánicos, anodinos y de satisfacción etérea e inmediata. Simplemente porque me dan miedo estos tiempos extraños. Se me agolpan las ideas, las sensaciones y las inseguridades. Leo a los filósofos y hablan del eterno retorno, del sentido cíclico de la vida. De sus fines, causas y condiciones. Y aún siento más miedo, más abandono y más ganas tengo de esconderme hasta que todo pase. Pase lo que tenga que pasar.

¿Qué nos pasa? Como dice Fito en la canción Abrazado a la tristeza, "menos mal que con las balas no se matan las palabras", pero qué triste que lo único que nos disuada de hacer una cosa u otra sean ellas, las balas... y las palabras ya no valgan nada. El miedo a perder la propia vida, tal y cómo la conocemos, es el único despertador de las conciencias. Sólo cuando ese ojo amoratado emborrona nuestra sonrisa, o de quién queremos, es cuando comprendemos que algo está mal. Que quizá, sean días extraños.

Y, ¿por qué no sonreír? Si todo pasa, si todo en la vida se repite y, en el fondo, "qué más da", ¿por qué no puedo sonreír? Dicen que uno de los males de nuestra sociedad es la depresión, como si se tratase de un nuevo virus. Un catarro, una infección que curar con antibióticos de optimismo y buenas intenciones. Igual, simplemente, en estos días extraños hay cosas que no nos hacen ni puta gracia pero, tristemente, no podemos afrontarlo. ¿Por qué, si todo es tan perfecto, siento que algo va tan mal? La confusión lleva a la soledad y, la soledad, a la tristeza.

¿Qué tenemos en la vida? Una voz, un voto. Y los dos valen bien poco. Nos cortan las alas antes de iniciar el vuelo, nos llaman a luchar por causas perdidas. Preferimos el combate estéril a tener que hacer frente a los cambios necesarios. Mirad nuestros políticos, depositarios de nuestra voz y voto, nunca de nuestra confianza. Matan moscas a cañonazos y ponen tiritas a los hilillos de plastilina. Qué lejos queda el sacrificio, qué lejos la identidad con una patria que no entiende de banderas, que es la dignidad. Asistimos a la violación de nuestra inteligencia en primera persona, a las mentiras y corruptelas de un mundo amañado, en el que el espectador sólo sabe, con suerte, cuando toca reír y cuando llorar. Todos rendidos al espectáculo, al pan y circo.

No sé, puede que no quiera pensar o, simplemente, que me sepa a libertad callarme entre tanto ruido, que dice Poncho K en Una historia con las manos. Diréis que no hay motivos, y es cierto. La mujer del autobús sonreía, a pesar de los días extraños. Así hasta que la maten y en algunas conciencias muera para siempre esa sonrisa. Muera con ella también un poco de nosotros.

Las épocas de revoluciones eran tiempos interesantes. Ahora sólo tenemos días extraños.

Salud & aventura.

3 comentarios:

izanik dijo...

Gran post. Yo tampoco puedo escribir, ni tan siquiera un comentario interesante. Y tampoco sé que es lo que pasa... Un abrazo.

Senior dijo...

... una niña de ocho años decía a media voz -" ...no, no he podido, no tuve tiempo,...jó, es que pasa muy deprisa..."- me pareció espeluznante, impresionante, ¡una niña! y ya decía que el tiempo pasa muy deprisa, dias extraños, que a veces, solo a veces, se convierten en semanas extrañas, pero por ahora, al menos, podemos encontrar una sonrisa a nuestro alrededor, a veces, incluso la nuestra... ¡alud de ventura! antihéroe, alud de ventura.

Arnau dijo...

Desolador tu post, antihéroe.

Palabras, esas ausentes. Las tuyas son siempre, pero, como piedras resquebrajando las lunas.