Dice el proverbio que cuando el dedo señala al cielo, el tonto mira al dedo. Y es verdad. El simbolismo de la fotografía queda obviado por ese dedo enhiesto, esa mano con un gesto imposible y esa sonrisa taimada. Parece dar igual que esos dedo, mano y sonrisa, pertenezcan al 76º presidente de España. Que sale de un Aula Magna, teóricamente lugar reservado para el conocimiento y las más ilustres personalidades. Y que no sabemos nada de a quién dirige el gesto, sólamente que él está, sino por debajo, a la misma altura.
Últimamente pasan muchas cosas, y muy pocas halagüeñas. La foto del dedazo de J.M. Alfredo A. López es vieja, pero también representa como nadie los tiempos que vivimos. Tiempos en los que no existe mayor castigo que la mera pretensión de honradez. La gente dice que desgraciados y desalmados han existido siempre, y es verdad. El único problema es que ahora ni se esfuerzan en esconderse. No sólo eso, sino que son alabados y jaleados por el corifeo de lo más selecto de la sociedad.
Ahora ya no podemos estar plenamente seguros de saber qué esperar, porque por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas. Los corruptos, como los del caso Gürtel, quedan en la calle aunque se sepa que son culpables, como pasó con los del Naseiro. Con la diferencia de que en 1998 J.M. Alfredo A. López expulsó a varios miembros del partido, entre ellos a E. Andrés Julio Z. Hernández-Soro. Pero sabemos que Mariano R. Brey vive en otros tiempos en los que no hace falta hacer concesiones de cara a la galería. Siempre hay gente dispuesta a tragar carros y carretas.
En España, ante la imagen de J.M. Alfredo A. López mandando a tomar por culo a sus críticos, mucha gente culta, conservadora, prudente y amante de sus familias y sus trabajos, dijeron "qué crack". En un país dónde Belen Esteban es la "princesa del pueblo", el fútbol eclipsa a la cultura y la educación es un arma arrojadiza, como un barco a la deriva. Los delincuentes, desde Paco Camps hasta El Rafita, tienen en la justicia a un potencial aliado. El sistema español, por desgracia, da más garantías al presunto culpable que a la víctima segura.
Y uno se pregunta en qué estamos pensando cuando, como miembros de la CEOE, decimos que el señor Díaz Ferrán es un pura raza del empresariado español. ¿Un ataque de sinceridad? Al parecer Seguros Mercurio, del presidente de la patronal, ha sido disuelta por la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones (DGS) del Ministerio de Economía y Hacienda. Al parecer no podía hacer frente a los pagos ya desde esta semana.
Claro, alguno verá en esto a una víctima más de la crisis. Porque como el joven Ignacio Uría nos enseñó el otro día, "un error no deshace a un" empresario español, ni a la primera ni a la quinta, y "se podrá seguir apostando por" Díaz Ferrán. Porque vale todo, porque no hay sitio para un ministerio de Igualdad por la crisis, pero hay que hacer uno de la Familia.
El dedo en alto del marido de Ana Botella es un paradigma de los tiempos. No sólo un feliz "que te den" a todo el que no está de acuerdo, representando a una derecha desquiciada que se ha transformado en todo lo que odiaba, sino en una flamante "i" de impunidad. Lo que estamos viendo ahora no es más que los precedentes a una política cada vez más decadente. Mientras el gobierno acude plácidamente a su defunción, la derecha casposa de este país vive una segunda juventud rebelde, que amenaza con sentar cátedra en la idiocracia nacional. Y es lo peor que le puede pasar a la derecha "de verdad", que también existe.
Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa, dijo Demócrates hace ya un buen puñado de siglos. Al parecer, una vez más, nos quedamos mirándole el dedo.
Salud & aventura.
Últimamente pasan muchas cosas, y muy pocas halagüeñas. La foto del dedazo de J.M. Alfredo A. López es vieja, pero también representa como nadie los tiempos que vivimos. Tiempos en los que no existe mayor castigo que la mera pretensión de honradez. La gente dice que desgraciados y desalmados han existido siempre, y es verdad. El único problema es que ahora ni se esfuerzan en esconderse. No sólo eso, sino que son alabados y jaleados por el corifeo de lo más selecto de la sociedad.
Ahora ya no podemos estar plenamente seguros de saber qué esperar, porque por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas. Los corruptos, como los del caso Gürtel, quedan en la calle aunque se sepa que son culpables, como pasó con los del Naseiro. Con la diferencia de que en 1998 J.M. Alfredo A. López expulsó a varios miembros del partido, entre ellos a E. Andrés Julio Z. Hernández-Soro. Pero sabemos que Mariano R. Brey vive en otros tiempos en los que no hace falta hacer concesiones de cara a la galería. Siempre hay gente dispuesta a tragar carros y carretas.
En España, ante la imagen de J.M. Alfredo A. López mandando a tomar por culo a sus críticos, mucha gente culta, conservadora, prudente y amante de sus familias y sus trabajos, dijeron "qué crack". En un país dónde Belen Esteban es la "princesa del pueblo", el fútbol eclipsa a la cultura y la educación es un arma arrojadiza, como un barco a la deriva. Los delincuentes, desde Paco Camps hasta El Rafita, tienen en la justicia a un potencial aliado. El sistema español, por desgracia, da más garantías al presunto culpable que a la víctima segura.
Y uno se pregunta en qué estamos pensando cuando, como miembros de la CEOE, decimos que el señor Díaz Ferrán es un pura raza del empresariado español. ¿Un ataque de sinceridad? Al parecer Seguros Mercurio, del presidente de la patronal, ha sido disuelta por la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones (DGS) del Ministerio de Economía y Hacienda. Al parecer no podía hacer frente a los pagos ya desde esta semana.
Claro, alguno verá en esto a una víctima más de la crisis. Porque como el joven Ignacio Uría nos enseñó el otro día, "un error no deshace a un" empresario español, ni a la primera ni a la quinta, y "se podrá seguir apostando por" Díaz Ferrán. Porque vale todo, porque no hay sitio para un ministerio de Igualdad por la crisis, pero hay que hacer uno de la Familia.
Frente al triunfalismo del dedo fálico de Alfredo López, Rodríguez ha perdido el partido casi sin jugar. Y si lo hizo, nadie lo ha visto.
El dedo en alto del marido de Ana Botella es un paradigma de los tiempos. No sólo un feliz "que te den" a todo el que no está de acuerdo, representando a una derecha desquiciada que se ha transformado en todo lo que odiaba, sino en una flamante "i" de impunidad. Lo que estamos viendo ahora no es más que los precedentes a una política cada vez más decadente. Mientras el gobierno acude plácidamente a su defunción, la derecha casposa de este país vive una segunda juventud rebelde, que amenaza con sentar cátedra en la idiocracia nacional. Y es lo peor que le puede pasar a la derecha "de verdad", que también existe.
Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa, dijo Demócrates hace ya un buen puñado de siglos. Al parecer, una vez más, nos quedamos mirándole el dedo.
Salud & aventura.
4 comentarios:
¿Aparecerá un neonacimiento del pensamiento?¿de la política?...¿y de la economía?...¿se revisarán la ética y la moral ciudadana?... los grandes imperios y las grandes civilizaciones, tras su momento, entraron en decadencia, ¿cual es nuestra decadencia?,...¿la global? ¿la individual?... me quedo con que tras la obscura Edad Media, en su decadencia nació poco a poco el Renacimiento, luego, más tarde llegó la Ilustración, ... y uno mejoraba al otro, ¿podemos estar algo esperanzados por lo que ha de venir?... pues estemos... ¡alud de ventura!
Pues habrá que hacer algo, ¿No? O nos quedaremos complacientes como cae todo. Me recuerda esto el final del club de la lucha, el tio desde la ventana viendo caer los edificios. Igual igual. Sin hacer nada. Y no me vale decir que la culpa la tiene la derecha. Actualmente son la caterba de políticos que hacen suya el dicho "lo mio mio y lo tuyo también". Vamos que o se cambia con gente nueva o seguiremos quejandonos.
Relacionado con esto, en la Txistorra Digital: Txistorra
Políticos "sin complejos". Él ya lo avisó.
Y los otros sin enterarse.
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