miércoles, 4 de febrero de 2009

"Es periodismo, idiota"

Aunque lo parezca, no es ni periodista ni quiropráctico, es médico.
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El otro día en un telediario comentaban la problemática situación laboral de los quiropracticantes. Esta disciplina alternativa a la medicina tradicional procura, mediante la manipulación del sistema nervioso -habitualmente vía espina dorsal-, influir en el organismo para curar enfermedades, dolores o problemas de movilidad. Aunque hay pruebas de sus éxitos, la comunidad científica siente un rechazo hacia sus postulados "brujeriles". Y no les falta razón.
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El quiropráctico manipula la espina dorsal y el cuerpo del paciente ejerciendo la violencia. No digo que le pegue, sino que fuerza hasta el límite las posibilidades de movilidad y estiramiento de las vertebras. Es una técnica agresiva -hasta cierto punto, no llega a los niveles de la cirugía-. Para hacer ese trabajo se requiere un completo conocimiento del cuerpo humano, unas destrezas y habilidades específicas y experiencia, mucha experiencia. Un buen quiropracticante tiene un margen de error pequeño, y el paciente tiene mucho que ganar.
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El problema es el de siempre. Esta profesión carece de una regulación oficial, por lo que el intrusismo laboral resulta fatal. Un fisioterapeuta que decida llamarse "quiropráctico" para aumentar sus beneficios puede dañar seriamente la salud de una persona. Además, la ausencia de una formación académica vigilada reviste a la disciplina de sospecha. Dependes de que la persona a la que acudas sea honesta y sepa lo que hace.
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Por eso lo más preocupados por la regulación de la profesión son los propios quiroprácticos -los buenos-. Mientras siga habiendo por ahí personas que usurpen su oficio con malas artes, dañando a las personas, su trabajo -en muchas ocasiones reconocido- quedará en entre dicho.
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Y pensando en esto, fíjate, me he acordado de María Patiño y toda esa caterva de ilustres telebasureros. María es licenciada en periodismo -eso dice la wikipedia-, pero no quita para que lo suyo al periodismo sea como un lápiz a un garbanzo. Por supuesto hay casos más sangrantes: Mª Eugenia "yo no soy periodista" Yagüe, tarada con ínfulas de periodista que no deja de ser otra cosa que una basurera de primer orden.
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El corazón -rosa, que no hay que decirlo todo- ha hecho mucho daño a la profesión periodística. Cuando dices por ahí "soy estudiante de periodismo" la gente tiende a decir "¿cómo la Patiño?". Es como si dijeras "soy médico" y te contestaran "¿cómo Menguele?". Pero es injusto echarle la culpa de todo al corazón. El intrusismo del famoseo que se da en el mundo rosa -Lecquio, la Esteban, Grandes Hermanos, Masiel- no quita sitio para licenciados en periodismo con los conocimientos básicos para orinar en un árbol y poco más.
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El problema de la mundo rosa es su total falta de ética y principios profesionales. Es un "todo vale" en el que olvidar los años de formación. Da igual tu titulación, ya que la mancillarás de todas todas. Hay personajes como Mariñas que me caen bien, pero no son periodistas, son personajes. Sabe moverse en ese mundo y vive de eso. Y hay un público que lo consume. Si comemos en el Burguer King, porque no vamos a consumir basura en la tele de casa.
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Pero hay intrusismos mucho peores. Ángela Valvey, por ejemplo, jamás estudió periodismo. Y ejerce como mercenaria en debates y tertulias. Alfredo Urdaci olvidó lo que era ser periodista desde el mismo momento que olvidó que Ce Cé O Ó era el sindicato Comisiones Obreras y que su compromiso era con la verdad y no con el Melenas. Los instigadores de la conspiración del ácido bórico o los que desde sus poltronas reprenden al Gobierno o lo jalean según sus intereses. Los divos como Ekáizer o Pedro J., los venenosos Jímenez Losantos y Juan Manuel de Prada, los torpes de Enric Sopena y Carlos Carnicero, las babosas como Isabel Sansebastián, Cristina López Schlichting o Ernesto Sáenz de Buruaga. Todos ellos se empeñan con sus sectarismo y rencor en acabar con el periodismo.
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Cuando miras a esta gente te los imaginas gritándose desde trincheras en ciudades arrasadas. Últimos supervivientes de la miseria humana que ayudaron a fomentar, jamás pasarán de las palabras. Porque además de malos periodistas son cobardes y usan vuestras casas y la mía para generar un desorden en el que gritar más fuerte. Y cuando alguien civilizado venga del espacio exterior y encuentre todo en ruinas y a estos mendas gritándose entre escombros no podrá mas que asombrarse. "¿Pero esto qué es?". No faltarán voces: "Es periodismo, idiota".
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PD: Este reflexión viene propiciada por la gran cagada de Urbaneja. Según él, la broma de Wyoming a los pseudo periodistas de Intereconomía desprestigia la profesión. ¿Dónde ha estado metido este hombre hasta ahora? Al menos Wyoming nunca ha dicho ser periodista. Para saber que pasó con todo esto: Donde Mikel.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sublime el último párrafo, Antihéroe.

Anónimo dijo...

como diria alguno que conocemos... ¡correto!¡exato!... y eso que no citas a ARQ...

Anónimo dijo...

En eso que llamas "la gran cagada de Urbaneja", en su versión completa, el presidente de la APM también dice que "Wyoming será un 'show-man' pero la gente percibe que toda la televisión está hecha por periodistas". (En la siguiente url: http://tinyurl.com/ceuc6q
).

En ese sentido, el análisis es sensato: mientras no distingamos los productos periodísticos del resto de productos (entretenimiento, basura, etc.) el desprestigio sobre la profesión seguirá vigente.

Pero estoy de acuerdo contigo: lo Wyoming es una chiquillada si se compara con el quehacer diario de cierta gentuza farandulera.

Anónimo dijo...

Está claro que los "periodistas" del corazón no son tan, y desprestigian la profesión, pero yo me hago una pregunta, ¿qué periodista como dios manda, con unos valores correctos, trabajaría en este tipo de programas? Esta gente son "marujas televisivas" no periodistas.

Aunque luego hay excepciones como María Teresa Campos, que se ha ganado una, bastante decente, reputación y no tiene la carrera de periodismo.