martes, 16 de diciembre de 2008

Camino a Moria

Me gusta mucho El Señor de los Anillos, fue uno de los gérmenes de mi corta y poco fructífera carrera intelectual. Me he leído la triología, junto con el Hobbit y el Silmarillón varias veces. También los cuentos perdidos, bestiarios y todo lo demás. Es un mundo que me encanta. El Hobbit me parece el mejor libro para aprender a leer. Sencillo, pulcro, claro y adictivo. Yo lo empecé a leer porque un amigo de mi barrio, al que vi hace poco y no recuerdo dónde, me contó que se estaba leyendo un libro de unos tipos que vivían en madrigueras, eran como enanos peludos y estaban todo el día comiendo pastelitos. Ni él ni yo eramos grandes lamineros, pero me describía la despensa con tanto entusiasmo, que me entró un curiosidad terrible.

A mis padres les sorprendió que les dijera que quería leer un libro, y me lo compraron encantados. Me costaba leer. Tampoco me gustaba la música ni la realidad. Pero fue coger el libro y leérmelo de principio a fin. Ese día empecé a ser un poco yo mismo, y se lo debo a José Félix. No creo que lea esto nunca, pero gracias.

Cuando acabé el libro recordé unos libros que leía mi hermano, uno de los cuales tenía un mago gris en la portada que caminaba con un enano por un desfiladero. Dormíamos en litera, yo arriba, el abajo -como los trolls de los cuentos-. Se ponía la lámpara para leer él, y se asomaba al borde de la cama. Yo como mucho me reía mirando las viñetas de Mortadelo y Filemón -para rato imaginaba yo entonces que era aún más divertido si leías los bocadillos- y esas cosas. Ahora veo a mi sobrina con Teo, veo esos dibujos tan feos y no logro descubrir que me atraía de esos libros. Aunque me siguen gustando.

La cuestión es que yo, cuando me cansaba de los tebeos, le miraba leer a mi hermano. Le preguntaba aveces que estaba leyendo y me leía alguna parte. En concreto, él no se acordará, pero me leyó la entrada de Frodo y Sam en Mordor. Que aleccionador y alegre. Quedó en la memoria anclado, y años después fue mi hermano el que me dijo que el Hobbit no se acababa -era de los ñoños que lloraban cuando se acababan las cosas-. Eran los mismos libros que le veía leer. Los leí y ahora los tengo en la estantería -creo que con su aquiescencia- y es un orgullo. Gracias a tí también hermano.

Pero... ¿por qué esta disertación sobre mis orígenes literarios? Porque hoy me han mandado un video que me ha recordado a Moria, uno de los mejores pasajes de los libros. Y me ha venido todo esto a la memoria. Ya ves, que tontería. Se trata del Caminito del Rey, en El chorro, Málaga. Para saber en qué consiste os dejo el enlace a la wikipedia, pero el video que pongo a continuación es un recorrido del mismo bastante impactante. Por un momento me he sentido Aragorn.





Salud & aventura


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece que los pies grandes del Hobitt son un simbolo de la constancia, caminando caminando, se llega lejos. Y leyendo leyendo, ¡ni te cuento!... sólo una cosa más, estoy releyendo a Balzac, y salvando muchas cosas, pensaba lo lejos que puede llegar el que escribe, Fray Luis de León, Alfonso X, Dante, Virgilio, Homero... ¿será eso la eternidad?.. ¿A donde se llega poniendo letra a letra formando palabras y frases hasta levantar ... catedrales?
¡ánimo!

Anónimo dijo...

Dislexia: hobitt donde se pretendía hobbit...