miércoles, 10 de diciembre de 2014

Culpables


Lo reconozco. Soy culpable. Es mejor dejarlo claro ahora y así evitar el estruendoso juicio mediático que podría surgir si algún día soy una persona reconocida socialmente. Porque soy, a efectos prácticos, igual que cualquier otro tipo de escoria. Lo reconozco, he cobrado en negro dentro de sobres. He robado a particulares y empresas. He evadido impuestos haciendo uso de un paraíso fiscal. He traficado. He consumido y consumo drogas. He llevado armas sin licencia. He mentido para obtener privilegios de la administración, y he ayudado a conseguirlos. He utilizado mi influencia para obtener concesiones con la burocacria y obtener información confidencial. He tenido conductas temerarias al volante, y también se podría decir que he conducido bebido. Soy cómplice de empresarios corruptos que arrasan con el medio ambiente y la vida de otras personas. He arrebatado la vida y torturado a otros seres vivos. He maltratado a menores, y qué demonios, también a mayores. He disfrutado y he procurado el enchufismo, y lo haría ahora con mucho gusto. He realizado trabajos para los que me sabía entre nada y absolutamente nada cualificado, sólo por la pasta. He sido infiel, tanto en el sexo, como como en la amistad y el amor. He levantado falso testimonio, he celebrado la injusticia, el dolor y la angustia padecida por mis enemigos. 

Soy un inmoral y un cobarde. No he alzado siempre mi voz contra los abusos del poder y he mentido y alimentado las mentiras de otros para mi propia comodidad. Porque he sido egoísta con lo poco que he tenido, que es mucho, y he sido envidioso de mucho de lo que me faltaba, que es poco. Me he guiado por la lujuria y la gula, y muchas veces me he dajado llevar por la ira. He sido codicioso con mis complejos, y al reconocer orgulloso que soy un pecador, demuestro ser un soberbio. No soy consciente del sufrimiento de los desahuciados, parados de larga duración, inmigrantes sin prestación sanitaria, dependientes y demás personas en desamparo. No, y además sé que algo habrán hecho. Pedir préstamos que no podían pagar, no buscar una carrera con futuro, buscar en otro país lo que no les corresponde o pretender que los demás carguemos con sus taras. Sí, yo he apoyado gobiernos cómplices de tu pobreza y la mía. Lo reconozco, yo también soy el culpable de esta crisis interminable.

Y ya está. Cuando odieis a la casta, a los privilegiados, a los ladrones, a los mentirosos, a los pobres, a los yonkis, a los asesinos, a los corruptos, a los maltratadores, a los populistas, a los pecadores, a los religiosos, a los fanáticos, a los malvados y a los rastreros, pensad en mí si queréis. No lo hagáis cuando odiéis a los que copian en los exámenes, porque mira, eso no lo he hecho nunca. Pero todo lo demás, SÍ. Sé que esta declaración hará que muchos consideren que me inhabilita para poder criticar a cualquier persona, de aquí a Vladivostok y más allá, pero estoy harto. Harto de que los criminales nos metan a todos en su saco, abusando de las palabras de Jesús ben José, "el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra". Obviamente prefieren acudir a la cita bíblica que al refranero popular: "ver la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio". Sí, yo he hecho cosas mal. Pero sé muy bien a quién quiero ver conmigo en el infierno.

La pureza no existe, tan sólo en la ficción o en las mentes enajenadas. Pretender que el pueblo tenga legitimidad moral por ser simplemente eso, pueblo, es tan ridículo como decir que la tienen los ricos simplemente por ser ricos. Ese no es el dilema al que nos enfrentamos. El mundo que creamos cada día está perlado de mezquindades. Nuestra naturaleza, si fue creada por algún dios, fue un experimento fallido. Para los cánones morales de lo políticamente correcto, somos una plaga. No sólo nuestros políticos, no sólo las cloacas de nuestra sociedad, absolutamente todo esta pervertido. Da igual las excepciones que hagamos, los límites arbitrarios que pongamos. Todos nuestros miedos y demonios no son más que reflejos de nuestra culpa, del terror de asomarse a nuestras miserias cotidianas. Y golpeándome en el pecho, yo repito el mantra: por mi culpa, por mi gran culpa. Es lo que soy, es lo que he sido.

La culpa inconmensurable que me embarga, sin embargo, contrasta con la desvergüenza de los que se vanaglorian de su debilidad, de su errar. Los que dicen "todos somos iguales" o consienten con el estómago lleno "el mal menor". ¿Es lo mismo conducir tras tomar un cerveza que hacerlo con varias copas y matar a un peatón? ¿Es lo mismo pedir al mecánico la factura sin IVA que estafar a miles de preferentistas? ¿Es lo mismo usar un iPhone que evadir miles de millones de euros en paraísos fiscales "hermanos"? ¿Es lo mismo comer un filete que torturar un perro? ¿Es lo mismo condenar a una nación a enterrar su futuro que dejar a fondos de inversión millonarios sin legítimos beneficios? ¿Es igual apoyar a tu equipo "hasta la muerte" que defender tu religión hasta la muerte? Os parecerá que todas estas cuestiones tienen una respuesta sencilla, pero no es verdad. El dilema moral no tiene su respuesta en libros, ni de dioses ni de leyes. El dilema moral está en cada uno de nosotros. Y somos jueces, víctimas y verdugos. Es tan fácil delegar y no tener que decidir, para poder quejarte cuando te convenga...

Yo sé que la gente puede cometer errores. Puede ser por ignorancia o desesperación. Yo sé que a algunos nos cuesta lidiar con la frustración, que muchos preferimos el camino fácil en ocasiones, y que no estamos pensando en los demás todo el rato. Nos ensimismasmos, intentando huir de lo que nos hace daño, y a veces eso genera que perdamos la dimensión social que nos corresponde. Yo soy culpable, y puedo entender a todos los que tengan la desgracia de haberse equivocado. Pero esto no me inhabilita para denunciar lo que me parezca mal. Discúlpenme los ladrones y asesinos de los parlamentos, los señores feudales de las oficinas de las grandes compañías, e incluso los fanáticos que tienen la desgracia de cagar pedazos de su cerebro cada mañana. Los señoritos millonarios del deporte y sus fortunas a buen recaudo en el paraíso, los periodistas serviles con lenguas de serpiente y sus hooligans. Vuestra culpa no la comparto, porque sólo os corresponde a vosotros. Sólo os pido la voluntad de enmendar vuestras acciones, de ser responsables y afrontar las consecuencias. ¿Es demasiado?

Ah, que no se trata de eso... Nuestros fallos son sólo una parte de lo que nos define. Trabajamos, sobrevivimos, compartimos, rectificamos, pedimos perdón, nos arrepentimos, pagamos las deudas, ayudamos al de al lado, inventamos un futuro mejor cada día en universidades, escuelas y laboratorios de todo el mundo. Luchamos contra lo peor de nosotros. Y cuando pecamos, lo hacemos a lo grande siempre que no hagamos daño a los otros, porque entre lo bueno y lo malo hay muchas líneas difusas. Cada día tenemos que decidir, y aunque parezca mentira, la mayoría de las veces acertamos. Podemos equivocarnos una y mil veces, pero mañana hay una nueva oportunidad de aprender sobre nosotros. Sólo aquellos miopes y sinvergüenzas que se creen que están por encima de los demás están condenados.

Sí, soy culpable. Sé cuando hice bien y cuando hice mal. Sé qué deudas tengo y por qué tengo que pedir perdón. Estoy tranquilo, porque yo sé de qué soy culpable y de qué soy capaz. Sé a quién puedo perdonar y a quién no. Basta ya de convertir nuestras pajas del ojo en vigas enormes mientras permitimos que los que tienen vigas las exhiban mientras manipulan la judicatura y la democracia entera. No somos iguales, da igual lo que digan las leyes, lo que digan los profetas o los tertulianos. Nuestra voluntad y decisión es la única capaz de cambiar el mundo, y si lo hacemos juntos, será mejor. De ahí nacen las bases del consenso, no de papeles mojados escritos por quienes nos intentan convencer de nuestra responsabilidad solidaria en sus tejemanejes. Y con todo, a veces pienso que la culpa también puede ser una excusa perfecta. Porque si me quitan las opciones, si sólo soy un bárbaro con un número de indentificación y poco más... no tendré que obedecer las leyes nunca más. Al menos las suyas.

Salud & aventura.

2 comentarios:

Senior dijo...

No caben comentarios, no somos igual de culpables, y es cierto que efectivamente alguno lo es más, por eso, no me tires a la cara "y tu más", es falso, soy culpable, pero menos que otros, a cada cual aplíquese la culpa y el castigo que le corresponda, por que no somos iguales.

Senior dijo...

Por si cupiera alguna duda, no se lo espeto al Antihéroe, es a ti, a quien ni me ve ni me respeta.