Durante mucho tiempo pensé que los terroristas eran personas con pasamontañas, fugitivos de la justicia y de la realidad. No podía (ni puedo) comprender cómo alguien podía llegar a blandir el arma del terror contra personas inocentes. A lo largo del globo, envueltos en el fanatismo, los verdugos de la razón intentaban someter al mundo usando como pretexto la religión, la patria o la historia. Antes del auge del terrorismo islamista, yo pensaba mucho en jóvenes vascos y navarros que derramaban la sangre de personas inocentes por no pensar como ellos. O tal vez ni eso, porque simplemente se habían encontrado en el lugar y momento propicios para ser asesinados a sangre fría. No podía entender cómo alguien, por un supuesto amor a la tierra en la que vivo, podía matar a nadie por el color de su uniforme de trabajo o el color de sus ideas políticas.
"Socialización del dolor" lo llamó ETA. El pueblo debía sufrir para que fuera consciente de la importancia de su lucha. Que el objetivo final de la banda, el que tocara en cada momento, estaba por encima de las personas. Si el vasco y el español sufrían con la violencia desatada de los etarras, no tardarían en claudicar y aceptar sus postulados. Porque ampliar y mantener el sufrimiento es la base de cualquier tortura. Como mafiosos vulgares, o peor, idealistas inmaduros, decidieron extorsionar a la sociedad para violentarla y que aceptara sus ideas. Procuraron destilar el miedo, extender su manto por encima de todos los barrios y ciudades, para que la sensación de confrontación fuese manifestándose. Sólo se podía estar con ellos o contra ellos, fragmentando la sociedad del mismo modo que la guerra civil, desencadenada por otros "amantes de la patria". La historia no se equivocó tampoco esta vez, e igual que con todas las guerras fraticidas anteriores, nadie ganó, perdimos todos.
Durante muchos años la preocupación número uno de los españoles fue ETA, junto al paro (sempiterno paro). Ahora son los políticos, junto al paro. Y no es de extrañar tampoco. Es poner un telediario u ojear un periódico, escuchar la radio o entrar en internet, y lo que sentimos es auténtico pánico. Yo al menos. Es terrorífico comprobar con impotencia que mientras nosotros luchábamos contra las sucesivas crisis, la política del país se convirtió en un vertedero repleto de incompetencia y negligencia. Bueno, no, peor. Ahora podemos comprobar como la Transición, tan glorificada como fue la "Gran Cruzada del 36", fue un simple lavado de cara. La reconversión industrial y la penosa crisis de los años 80 y comienzo de los 90 sólo sirvió para repartir de nuevo las cartas. Todos tuvieron su pedazo, desde la izquierda radical, que hizo de la oposición sistemática su modo de vida, a la derecha más rancia y casposa, que siguió tan plácida como siempre. Y en medio: los de siempre. Celebrando obedientemente la Constitución, los "25 años de paz", la proclamación de la República o la llegada de Fernando VII.
"Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades" es el lema de lo que llamamos "crisis", pero que en realidad no es más que una etapa más en el derrumbamiento del sistema. Y a mí me recuerda mucho a lo de la "socialización del dolor". Porque parece que todos hemos cometido errores y que ahora todos debemos pagar las consecuencias. Se socializan las perdidas de los grandes bancos, se sacrifican los servicios públicos, se suprimen derechos y libertades, y todo para defender "el estado del bienestar". Eso es una gran mentira, y lo saben los que dirigen esas políticas y los que la sufren. Es como el chiste del campesino que se lamentaba porque, justo cuando había acostumbrado al borrico a no comer, éste se había muerto. Quieren recortar el gasto que supone el trabajador europeo, pero también quieren que siga consumiendo igual. Más incluso, porque le privan de servicios públicos. Son igualicos, igualicos que el campesino.
Yo miro a Europa y tengo miedo. Miedo ante la incapacidad de sus mandamases para solucionar los problemas de sus ciudadanos, abanderados en supuestos "intereses nacionales". Siento alarma al comprobar como los pulcros y eficientes europeos del norte han tragado con un analfabestia como Cañete para que dirija una de las carteras más importantes del gobierno europeo. Incluso siento horror al ver cómo la extrema derecha es la fuerza más apoyada en la vecina Francia. Pero cuando miro hacia casa es pánico y pavor lo que siento. Porque en un momento crucial de la historia, estamos dirigidos por una recua de inútiles, los cuales no tienen nada que envidiar a los señores y nobles que campaban a sus anchas hace siglos por estos parajes, más preocupados de llenar el buche que de sus súbditos. Que palabras grandilocuentes como "democracia" o "estado de derecho" no os confundan. España, como Europa, es un cortijo para cuatro señoritos y aduladores. Sólo que aquí se cansaron de disimular, ya no lo hace ni el rey I (porque tenemos dos).
Pienso en mi futuro y en el vuestro y tengo terror. Tengo la inmensa suerte de no temer al hambre, la peste, la guerra o la muerte, que son realidades palpables en muchos lugares del mundo. No temo a las catástrofes ni a la mala suerte, tampoco a los mercados. Ya no temo a ETA, ni siquiera al terrorismo islamista. Los que me aterrorizan son nuestros gobernantes. Y si causan terror, son terroristas. Porque con sus políticas están acabando con el sueño de construcción europeo para contentar al capital, como otros lo hace con su dios o su patria. Generan terror porque están enfrentando a los ciudadanos para dividirnos y forzando al exilio a millones de jóvenes. Sus políticas son terroristas porque están matando gente, y no sólo aquí. Están faltando al medio ambiente, a nuestros recursos y a nuestro futuro. Como todos los fanáticos e iluminados, están destruyendo los cimientos sobre los que se asienta su poder y el sustento de todos.
Hay muchos tipos de terroristas, pero los que me preocupan están sentados en los parlamentos europeos. No llevan pasamontañas ni turbantes, y no se esconden en montañas. Llevan trajes a medida y viven a todo trapo con el dinero de todos. Son el brazo ejecutor de aquellos que consideran que la clase media ha vivido por encima de sus posibilidades y quieren aislarse más alto en sus torres de marfil. No es que estos terroristas me den más miedo que los demonios que me imaginaba en mi infancia, con sus bombas y sus kalashnikov. En ellos sólo veo babosos, cavernícolas inmaduros, decrépitos incompetentes, obtusos burócratas, chulos repeinados, holgazanes populistas y bobos solemnes. Una auténtica piara de sinvergüenzas, sin escrúpulos ni honra ninguna, que sólo quieren que nada cambie a costa de poner nuestro mundo del revés. Ellos sólo son una lacra, reflejo de un mundo antiguo. Lo que me agobia es el resultado de sus acciones e inacciones.
El miedo y sufrimiento nos hará claudicar tarde o temprano, si no lo hemos hecho ya. Porque a estos terroristas los hemos votado y dado carta blanca para fomentar contratos peores, menos derechos y libertades, recortes en las pensiones y en las ilusiones. Vivimos tiempo de prestado, de las rentas de tiempos mejores. El terrorismo más sádico e inmisericorde lo practican los estados, y ya no necesitan grupos paramilitares ni el secreto, lo hacen vía Decreto Ley. Y la historia no se equivoca. El enfrentamiento entre iguales, independientemente de la raza, la nacionalidad o la condición social, se salda con una derrota global. Y junto a nosotros, a la derrota definitiva están avocados estos terroristas de corbata y maletín.
Salud & aventura.
3 comentarios:
Dan miedo, pero al final la verdad se impone, siempre, a mi me dolía el alma y me duele, por las pérdidas humanas que inútilmente siembran la tierra, por y para nada... las victimas, son lo héroes, los demás como mucho somos supervivientes y eso si por lo menos, tenemos conciencia de lo que nos hacen.
A ver... has empezado tu post muy bien, pero la cagas al final...
Puede que no te gusten nuestros gobernantes, a mi tampoco, pero de ahí a llamarles terroristas... no se... me parece que te has pasado bastante de frenada...
El terrorismo no se elige democraticamente y, aunque no estemos de acuerdo con la elección de la mayoría de nuestros paisanos, nuestro gobierno ha sido elegido democraticamente.
Hola anónimo, acabo de leer tu mensaje.
Una puntualización, teóricamente la corrupción no se elige democráticamente y bueno, a los hechos me remito. Que lo elija la mayoría no significa que no sean terroristas. Lo de la CIA en Guantánamo no es muy democrático.
Publicar un comentario