Un hombre pasa delante de un fuego provocado en las manifestaciones de Egipto. REUTERS (vía cadenaser) |
Es triste pensar que la esperanza esté estos días en ese abismo que parece extenderse ahora mismo por el Magreb. Esa mancha de aceite que se extiende por el norte de África como un clamor airado hacia el despotismo de sus líderes. Personajes sustentados por occidente para contener el fanatismo islamista y que, con esa excusa, se han perpetuado en el poder y en la corrupción. Primero Ben Ali, ahora Hosni Mubarak, miles de turistas deben de estar estupefactos. Terribles tiranos que mataban de hambre a sus pueblos sustituyen ahora las idílicas postales de sus vacaciones.
Pero lo cierto es que el hambre que sufren en estos países tiene que ver menos con lo nutritivo que con lo social. La corrupción, el desorden, la decadencia, resultan una pesada condena para hasta para las almas más oprimidas. Con la opulencia resquebrajándose más allá del mar y el terror radical a la espalda, no les queda más opción que explotar. La alternativa estaba en sus manos y, lo que es más importante, ya muy poco más que perder. Por el momento, parecen estar ganando el pulso.
Me llama la atención que ahora la comunidad internacional parezca volcada con el pueblo tunecino y el egipcio, cuando hasta hace bien poco nuestros dirigentes iba allí a cerrar contratos millonarios y volvían con suculentos regalos. Cuando la gente iba a un resort de vacaciones y no a una infecta dictadura. 30 años gobernando y nadie pareció querer caer en la cuenta de lo que pasaba. Debió de ser porque no habían molestado los intereses de ninguna potencia como hizo Hussein, Sadam, aunque llevara menos años en el poder.
Será interesante comprobar una transición sin las bombas de Estados Unidos de por medio, nacida de la pura indignación del pueblo. Ójala se nos quede a todos cara de imbéciles cuando veamos a una nación soberana constituirse en aquello que ellos quieran y cómo ellos quieran. Me temo que la hipócrita cobertura de los medios y los intereses occidentales acabarán influyendo de forma negativa, pero no dejará de ser una lección para el supuesto primer mundo y para las potencias emergentes.
El mundo no se muere de hambre, se muere por una terrible inanición de ideas. Por una agónica falta de valentía y un terrible miedo al cambio de cualquier tipo. No nos engañemos, la desesperación que existe en estos países está todavía muy lejos de la nuestra. Pero los síntomas son inequívocos. Caemos por una pendiente resbaladiza de fatalismo y pesimismo hasta tal punto que el único contado de rebelión sólo se encuentra en Twitter, jaleando a los verdaderos pueblos oprimidos en guerras que no son las nuestras.
El otro día un hombre del espectáculo español, afincado en Miami, reprochó por la citada red social que negar a un "creador" su "derecho" a la "propiedad intelectual" era comparable a negar el derecho a la nutrición de un niño muerto de hambre. Con la diferencia de que un creador es un privilegiado y un niño muerto de hambre no tiene nada. Ni tan siquiera futuro. Usar esos argumentos para conseguir mantener el chiringuito es algo que nos representa a la perfección. No sólo estamos perdiendo, sino que además no nos damos cuenta.
Pero no hace falta irse a Miami, Burundi o a la Comunidad Valenciana para ver que la indigencia intelectual, vital y moral está ganando la batalla. El otro día me encontré con una chica que había sido sacada de malas maneras de un bar por usar el servicio de caballeros. Estaba indignadísima, a lo que le ofrecí la solución para no volver a sentirse así: no volver. Me miró con profunda incredulidad. Otro conocido me contó que estaba bien, que tenía trabajo aunque le pagaban una mierda. Y es un afortunado.
Repitamos el mantra. vía elroto. |
Han conseguido que creamos que no hay otra alternativa que el lento declive de ideas oxidadas. Mañana trabajaremos por mendrugos de pan o, siguiendo el planteamiento liberal, los pobres perderemos casi todos los derechos para ser privilegiados de estar, que no vivir, en el primer mundo. Pero lo que me da más pena es que mientras mi generación languidece, los responsables de sacarnos de ésta y que no nos dejan avanzar parecen estar mudos o no tener palabras.Los antiguos intelectuales y adalides de las libertades observan todo desde la lejanía, preocupándose por Haití o Egipto, pero no por nosotros. Cínicos, perros viejos, que se empiezan a batir en retirada dejándonos a los pies de los perros de presa de los mercados. "Hasta aquí hemos llegado", parecen decir, "y aquí nos quedaremos, así que apáñatelas cómo puedas".
El mundo se muere de hambre, pero no por falta de comida. Ya no se forman humanistas porque no sirven para nada, mientras una legión de ingenieros dan los últimos retoques al sarcófago tecnológico que asfixia los corazones. Porque llegará un momento en el que todo verdaderamente se vaya a la mierda y por toda respuesta los grandes medios de información titulen "no lo sé".
Las protestas en Túnez comenzaron con la muerte de tres personas que se quemaron a lo bonzo. En Egipto fueron cinco. Y cuarenta profesores en Marruecos lo intentaron ayer, estando dos en estado grave. En Argelia, Arabia Saudí y Mauritania cunde el ejemplo, el de gente que cómo única forma de llamar nuestra atención y la de sus gobiernos es prenderse fuego e iluminar con su luz nuestras vergüenzas. Y todo esto, ¿para que no cambie nada?
Para que aquí alguien tomara conciencia haría falta un auténtico holocausto, un sacrificio masivo para que alguien viera sus intereses en peligro. Menos mal que nosotros tenemos mucho que perder. Todavía.
Salud & aventura.
2 comentarios:
Dicen "que uno acostumbró a su burro a no comer, y que cuando ya estaba acostumbrado, ¡se murió!... tengo la sensación de querer acostumbrar a no pensar, eliminar ideas que no "produzcan" beneficios... quitan filosofia de la formación de los protagonistas del futuro, no hay trabajo para los filosofos, ¿quien apoya la filosofía?... si, hay hambre en el mundo, pero... de pronto, en estas revoluciones del norte de Africa, cuando pretenden derribar al tirano...¡no saben a quien poner!... y eso es muy duro, indica una carencia tan, tan grande , que es necesariameente programada, por "alguienes" y con tiempo. ¿Empezamos a sembrar?... ¡empecemos! que tal vez no sea tarde.
El otro día, a propósito de las revoluciones, le pregunté a un vecino mío ya algo mayor, que en qué pensaba cuando alguien traía a colación la revolución francesa. Me respondió de inmediato que "lo salvajes que fueron algunos de ellos cortándoles el cuello a la monarquía".
Publicar un comentario