viernes, 10 de diciembre de 2010

Cosas que pasan (XVI): Ruido


"No te dejará dormir este estrépito infinito". Así comienza una canción de Ismael Serrano que ha iluminado una idea que me ronda constantemente estos días. Estamos rodeados de ruido, de un ruido ensordecedor y continuo. Un molesto estrépito, una lacerante histeria que arremete contra nuestras neuronas y nuestros ánimos. Y no sé si mis oídos padecen de ceguera o es que, simplemente, me estoy perdiendo algo.

Nunca me había sentido tan asfixiado como ahora. Ni siquiera en los tiempos del "odio en las ondas" de Jiménez Losantos y compañía. Allí no existía el honor, pero se distinguían los bandos. En un mundo en el que cada vez es más difícil encontrar una identidad propia, muchos sobrevivían -y sobrevivíamos- en la "identidad a la contra". Cuando tu equipo naufraga, es triste el consuelo de ver cómo los contrarios van peor. Pero hasta cierto punto consuela.

Ahora, sin embargo, el ruido no me deja enfocar. La gente cree que por fin ha descubierto los negocios sucios de los estados, los secretos de los poderosos y que de una vez por todas vamos a saber quién controla el tinglado y, más importante, cómo. Sin embargo algo me dice que nosotros no hemos descubierto absolutamente nada. Simplemente se han manifestado por propia voluntad las alcantarillas de nuestra sociedad. ¿Por qué ahora? Sencillamente porque no existe alternativa. Ya es una parte de todos nosotros.

La crisis económica es fruto del falso crecimiento económico, paradigma de progreso y meta última de la sociedad. Nos dio igual sacrificar la familia, el medio ambiente u otras vidas humanas para conseguir cumplir los sueños con los que nos bombardeaban las omnipresentes pantallas. Y, misteriosamente, el mayor crecimiento económico fue a residir en los productos más abstractos -la Bolsa, los Mercados y la Banca- de la cadena de producción. El sudor en la frente pasó a ser el último y menos valorado elemento de una cadena que se inflaba hasta el paroxismo. Las plusvalías generadas por los olvidados empezaron a sostener un sistema insostenible.

La subordinación de la meta vital a la economía provocó también la subordinación de todas sus facetas. El Arte y la Cultura han perdido sus límites y cualquier cosa es susceptible de ser comprado o vendido por sumas arbitrarias, como ha demostrado Bansky en su película "Exit Trough the Gift Shop". El Deporte vive sus horas más bajas debido a la exigencias extradeportivas. ¿Por qué digo ésto? Porque en el deporte profesional no prima la superación personal, sino el espectáculo. Y no hablo del dopaje en atletismo o ciclismo, también hablo del fútbol. Allí donde antes había pasión y competitividad, ahora sólo hay un frío y calculado baile de cifras millonarias. No nos engañemos, el fútbol también se muere.
Fotograma de Ciudadano Kane
Pero a mí me preocupa más el mundo de la Comunicación. La información siempre ha tenido dueños, ya que no todos han asumido el compromiso y el riesgo de dedicarse a su ingrata tarea. Siempre ha habido un punto de vista en toda información y un fin al que iba dirigida. Muchas veces era la influencia política, de ahí que se le llamara "Cuarto Poder". Aunque parezca mentira, considero esto último necesario porque lo contrario es imposible. Habrá quien use la información para fastidiar al contrario, pero hay quien busca abrir los ojos de la gente. Los puros hechos, sin una mente inquisitiva, no existen.

En la actual "Sociedad de la Información" se jactan de la objetividad, del compromiso con la Verdad y con el Ciudadano. Y la verdad es que el Cuarto Poder depende del dinero, igual que todos nosotros. El espectáculo, el entretenimiento y el sensacionalismo inundan los medios informativos para captar a la audiencia y así obtener ingresos económicos. Y no nos engañemos. La saturación de noticias sobre la crisis, la economía, las catástrofes y los maltratos no son mero interés informativo. Es un producto que vende y, como tal, nadie se atreve a lanzar nuevos productos al mercado ante el riesgo de perder. La competencia es implacable.

Está prohibido perder. Por eso mantienen un continuo flujo que diluye el mensaje original en la marabunta informativa. Se genera un ciclo por el cual el periodista busca la información que pueda interesar al ciudadano, lo que a la vez genera un interés en el ciudadano que demana al periodista. Si el objetivo final es aumentar los beneficios, o simplemente sobrevivir económicamente, el ciclo se subordina a otra cosa que no son ni periodistas ni ciudadanos, perdiendo ambos. Que la telebasura bata records de audiencia no sólo dice mucho sobre nuestra televisión. Lo dice todo sobre la gran mayoría de los espectadores.

La economía, el consumo o el beneficio no es malo. Lo malo es la búsqueda del éxito material sobre todas las cosas. No creo que la avaricia y el egoísmo sea común a todos los hombres, porque no todos somos iguales. Al igual que hemos superado otras limitaciones, podemos hacer frente a las sombras de nuestra naturaleza. El problema es que hemos estado haciendo caso a aquellos que apostaron decididamente por la visión pesimista y rastrera del hombre, posiblemente desde siempre. La pérdida de valores ha generalizado la concepción del hombre como pecador, sujeto a las más bajas pasiones. Por eso, aunque siempre hubiese pasado, los santos cada vez se sintieron más impunes a la hora de pecar.
Afectados en Gran Canaria por la huelga de controladores. Foto de Ángel Medina G/EFE. vía 20minutos
Lo que comenzó siendo un murmullo ahora resuena por todas partes. "El mundo es una cloaca" exclama. Y nosotros compramos el discurso y nos disponemos a disputarnos los restos, como buenos habitantes de alcantarilla. Situaciones como la vivida por los controladores lo demuestran. Me da igual que todos sean culpables en diverso grado: los sucesivos gobiernos que no se encargaron de la falta de controladores y de la posición privilegiada del colectivo; los controladores por haber abusado de la situación durante años y huir hacia delante frente los intentos de regularización. No vale todo.

¿Quién sale perdiendo? El país en el que vivimos todos. Me da igual que no te guste el barco en el que nos ha tocado navegar juntos, pero no te cagues dentro. Por desgracia el terreno estaba ya abonado. Llevamos un par de años sentenciados a pagar los platos rotos de la Banca y el Mercado. Mientras en Irak les tocó sufrir la Guerra -no envidio su suerte-, a nosotros nos toca pagar facturas multimillonarias. Para hacerlo tendremos que desmontar el estado del bienestar. ¿Para qué lo necesitamos? Total, ya no hace falta camelarnos para sacarnos lo que queremos, lo pueden hacer directamente.

Da igual que existan otras recetas, hace tiempo que no manda nadie sobre nuestros destinos. Sólo importa tener un saldo positivo y, con cuantos más ceros, mejor. El sistema está tan interiorizado que jamás pensamos en una alternativa. "El mundo es una cloaca" es el mantra de nuestros días. El último heraldo en sumarse al coro del pesimismo es Wikileaks, destapando toda la podedumbre que habíamos imaginado. Algunos lo ven como la salvación de la libertad de prensa, como el advenimiento de la verdad absoluta. A mí me parece una excelente manipulación. "Desconfía de tus gobiernos, desconfía de todos" viene a decir. Cuando los estados están claudicando al monstruo que creamos con los Mercados, aquí llega su puntilla.

Es extraño comprobar como la gente se indigna con cosas que ya sabía pero no quería reconocer. Es más, todos hemos dado por sentado que los cables diplomáticos son algo más que informes rutinarios realizados por diplomáticos más o menos aburridos. En cualquier empresa hay gente que dice cosas peores sobre su competencia -o sobre cualquier otra cosa-. Lo importante es el ruido mediático que han generado las filtraciones, convirtiendo a Julian Assange en poco menos que el nuevo mesías, declarándose la primera ciberguerra a nivel internacional. A nadie parece importarle que el señor que destapa información confidencial de los gobiernos sea completamente opaco, pese a gustarle estar frente a los focos. Lo mismo decían de Jesucristo.
Julian Assange.

Tampoco nadie se pregunta como es que a nadie se le ocurrió antes. Buscar gente desafecta con su trabajo en puestos vulnerables y destapar grandes secretos. Muchos han muerto por hacer su trabajo. ¿Es éste un caso con demasiados focos? Anna Politkovskaya o Litvinenko contaban con atención mediática y nada impidió su asesinato. En los últimos 10 años casi han muerto 1.000 periodistas asesinados. Dando la cara para mucho más que las fotos. Supongo que ellos fueron tontos y Assange muy listo.

Hoy, después de meses de subida continua del precio del combustible, ha subido el del petróleo. En el contexto actual eso sólo beneficia a las economías emergentes, que no a sus países. Es sólo una nota discordante más dentro del pandemónium. Y seguirá aumentando porque, por ejemplo, ya existe competencia para la empresa de destape de Assange, OpenLeaks. Si primero fue la información confidencial de los estados, ¿quién nos dice que no será ahora la nuestra? "No sólo lo que te rodea es una mierda, tú también amigo".

Lo peor de todo es que nadie gana. Ni nadie nos va a venir a salvar ni hay un genio malvado detrás. Simplemente erramos el camino. Posiblemente padezcamos sordera después de todo este estruendo que nos haga insensibles a lo que esté por venir. No nos engañemos, todas las cosas buenas que hemos logrado no tienen por qué desaparecer por decidir cambiar las cosas. De hecho, ya nos las están quitando. Pero la cacofonía de nuestros tiempos pesa más sobre los corazones que la búsqueda de un nuevo camino. ¿No hay alternativa?

Yo no me rindo. Como señala la canción de Ismael Serrano en su estribillo: Si se callase el ruido, quizás entenderías que nos queda la esperanza.

Salud & aventura

3 comentarios:

Senior dijo...

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

Blas de Otero


Gracias, veo que al menos, nos queda la sonrisa, nos queda la palabra.

Juan Pablo dijo...

Completamente de acuerdo en todo, un muy buen post. Pero... yo pienso que alguien tiene que ganar, siempre gana alguien. Toda esta confusión de la que hablas, no puede ser gratis. Y no, no nos queda la palabra, la palabra también está pervertida, cómo muy bien expones. Cuanta más información tenemos más confundidos estamos (la nueva estrategia del sistema). Me temo que, de seguir así las cosas, sólo nos quedará el llanto y el rechinar de dientes. La historia dice que situaciones similares a esta, sólo han sido resueltas por hecatombes diversas. ¡Sálvese quien pueda!
Esto es una reflexión en voz alta. Lo mismo mañana pienso lo contrario. O no.

Arnau dijo...

Gran vuelta al calcetín.

PD: Y respecto a la información, de momento me conformaría con una con menos adjetivos. Que no es poco.