El volcán Eyjafjalla en erupción. vía Senseless Acts of Beuty (Irracionales actos de belleza)
Nadie puede ser consciente de las implicaciones de sus actos y vacilaciones, de sus decisiones u omisiones. Vivir es caminar y -!ay!- el camino se hace al andar. Sé que exijo mucho a mis lectores que, valientes, os tenéis que enfretar a cosas que normalmente tienen por intención hacer pensar. Y pensar, en los tiempos que corren, es un lujo que sólo se pueden permitirse aquellos adictos al sinsentido. Porque no hay mayor acto de irracionalidad que buscar el orden en el caos perfecto.
Pero no os preocupéis. No pretendo liaros con diatribas o cábalas sobre el futuro, el presente y el pasado. Sólo quería deciros que yo sólo os puedo dar palabras, pero que por dentro hay mucho más. Hay sentimientos, hay un corazón que algunas veces puede a la razón y que, pese a quien le pese, estoy aquí por mí, para vosotros. Un humilde rincón de alguien que sólo pretende compartir sus dudas y sus miedos, sus enfados y sus reflexiones. Y sí, también moveros a llevar un paso más allá vuestros planteamientos. No busco convenceros, sólo que os sentéis a pensar conmigo.
¿Por qué os digo esto? Últimamente me acuerdo de aquellas palabras de Adolfo Suárez, en las que pedía a la gente en los mítines que le aplaudiesen menos y le votaran más. Mi breve y a tiempo parcial paso por la docencia me ha enseñado dos cosas. La primera, todo lo que hay que saber para ser un buen maestro. Ya lo sabía, pero ahora comprendo mejor por qué en muchos países la docencia es algo honorable. Y lo segundo, lo difícil que es que te hagan caso. Una vez alguien que era mi amigo, tras un erro mío, me dijo que no quería hablar conmigo. Que cómo hablaba tan bien corría riesgo de verse convencido. Me vino a decir que él hablaba y escribía peor, pero que era más honrado.
No pongo en duda su honradez, es lo de menos. Lo que sí me llama la atención es la desconfianza que levantan las palabras más o menos bien dichas. Hollywood nos ha acostumbrado a los discursos infalibles, a los dialogos brillantes. El abuso del discurso, de la retórica y la demagogia ha hecho que ya no valgan mucho las palabras. No me refiero a que leamos más, pensemos más o a que escuchemos más. Sí, el "yes, we can" es el último ejemplo de la retórica efectista, posiblemente fruto de muchas horas de trabajo. Pero seamos sinceros, todos pensamos: "Sí, muy bonito, pero es un discurso vacío".
El escepticismo es algo que admiro y que considero necesario. Pero no podemos dudar de todo, aunque sólo tengamos como justificación la esperanza. Suspender el juicio no es ser realista, es no comprometerse con la realidad. Y para eso, más nos conviene estar muertos. De hecho, hay muchos muertos en el mundo que pretenden guiarnos a todos hasta su barrio. Jamás pensé que llegaría hasta esta conclusión, pero es así. Se duda de los jueces, de los policías, de los médicos y de los profesores. De los políticos, ni digamos. Pero no se trata de obviarlos, se trata de buscar en los que sí creer.
Sólo quería ser una breve reflexión, pero esta noche me asaltan las palabras a la misma velocidad que las dudas. Da igual, sé que después de este invierno largo y esta mala primavera, no derramaremos más lágrimas en la arena. No tengo ni un puto indicio. No tengo la fuerza, el aplomo ni la opción de cambiar hoy el mundo. Pero aquí están mis palabras, mi vehículo de pensamiento. Y de ESPERANZA.
Salud & aventura
Pero no os preocupéis. No pretendo liaros con diatribas o cábalas sobre el futuro, el presente y el pasado. Sólo quería deciros que yo sólo os puedo dar palabras, pero que por dentro hay mucho más. Hay sentimientos, hay un corazón que algunas veces puede a la razón y que, pese a quien le pese, estoy aquí por mí, para vosotros. Un humilde rincón de alguien que sólo pretende compartir sus dudas y sus miedos, sus enfados y sus reflexiones. Y sí, también moveros a llevar un paso más allá vuestros planteamientos. No busco convenceros, sólo que os sentéis a pensar conmigo.
¿Por qué os digo esto? Últimamente me acuerdo de aquellas palabras de Adolfo Suárez, en las que pedía a la gente en los mítines que le aplaudiesen menos y le votaran más. Mi breve y a tiempo parcial paso por la docencia me ha enseñado dos cosas. La primera, todo lo que hay que saber para ser un buen maestro. Ya lo sabía, pero ahora comprendo mejor por qué en muchos países la docencia es algo honorable. Y lo segundo, lo difícil que es que te hagan caso. Una vez alguien que era mi amigo, tras un erro mío, me dijo que no quería hablar conmigo. Que cómo hablaba tan bien corría riesgo de verse convencido. Me vino a decir que él hablaba y escribía peor, pero que era más honrado.
No pongo en duda su honradez, es lo de menos. Lo que sí me llama la atención es la desconfianza que levantan las palabras más o menos bien dichas. Hollywood nos ha acostumbrado a los discursos infalibles, a los dialogos brillantes. El abuso del discurso, de la retórica y la demagogia ha hecho que ya no valgan mucho las palabras. No me refiero a que leamos más, pensemos más o a que escuchemos más. Sí, el "yes, we can" es el último ejemplo de la retórica efectista, posiblemente fruto de muchas horas de trabajo. Pero seamos sinceros, todos pensamos: "Sí, muy bonito, pero es un discurso vacío".
El escepticismo es algo que admiro y que considero necesario. Pero no podemos dudar de todo, aunque sólo tengamos como justificación la esperanza. Suspender el juicio no es ser realista, es no comprometerse con la realidad. Y para eso, más nos conviene estar muertos. De hecho, hay muchos muertos en el mundo que pretenden guiarnos a todos hasta su barrio. Jamás pensé que llegaría hasta esta conclusión, pero es así. Se duda de los jueces, de los policías, de los médicos y de los profesores. De los políticos, ni digamos. Pero no se trata de obviarlos, se trata de buscar en los que sí creer.
Sólo quería ser una breve reflexión, pero esta noche me asaltan las palabras a la misma velocidad que las dudas. Da igual, sé que después de este invierno largo y esta mala primavera, no derramaremos más lágrimas en la arena. No tengo ni un puto indicio. No tengo la fuerza, el aplomo ni la opción de cambiar hoy el mundo. Pero aquí están mis palabras, mi vehículo de pensamiento. Y de ESPERANZA.
Salud & aventura
3 comentarios:
¿En que creer? En la roja, vamos, es lo que nos venden todos, periodistas, políticos, hasta el McDonald.
¿Pensar? es un buen ejercicio contra el alzheimer. También para ver como es la realidad, lo que pasa que muchas veces no merece la pena, nos gusta estar en ese sopor de falsa comodidad.
La gente no piensa, cree en algo y esa creencia la hace realidad. Luego se apega al que más se asemeje. (religión, política, grupo social, etc)
Así que si quieres cambiar el mundo empieza contigo mismo y una vez termines ya lo tienes todo hecho, solo es seguir hacía adelante.
Saludos
"El sabio puede cambiar
de opinión. El necio, nunca". Eso lo dijo Kant, y lo sigo y lo mantengo. Estoy abierto al cambio pero, sin embargo, creo que hay cosas en las que es necesario creer. Y no hablo de religión en concreto.
Alguien ante la impotencia, dijo -nos queda la palabra -... antes, recuerdo, bastaba con decir, te doy mi palabra, incluso, decíamos, ¡palabra de honor! y eso bastaba para tener confianza en que era verdad... hoy, no tenemos palabra, los sociologos, la han prostituido, los publicistas la han corrompido, los psicólogos la han manipulado, y otros la han agotado... tan es así que se inventan nuevas, que dicen lo mismo (la última que he oido, gobernanza)se buscan en otros idiomas (metió tres goles). Creo en la evolución, si no no estaríamos aqui, pero si es verdad que se necesitan los cimientos, la base, y eso no son solo palabras.
¡alud de ventura!
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