"Un espectro se cierne sobre Europa"
Manifiesto del Partido Comunista, Karl Marx y Friedrich Engels
"El hombre no tiene más deberes que los deberes hacia los hombres"
Metafísica de las costumbres, Immanuel Kant
"La palabra progreso no tiene ningún sentido mientras haya niños infelices".
Albert Einstein
Hemos averiguado que vivimos en un insignificante planeta de una triste estrella perdida en una galaxia metida en una esquina olvidada de un universo en el que hay muchas mas galaxias que personas." Carl Sagan
Ultimamente mucha gente se acuerda de Karl Marx, en una desagradable nebulosa de nostalgia y decepción, para echarle en cara que nunca fue un profeta. La utopía del paraíso comunista se transformó en una prisión real para millones de personas, en la que los que más sufrieron fueron los proletarios. Erró porque la transformación de la historia siguió desarrollándose sobre las corrientes de sangre de los desheredados, mientras la elite fracasaba convirtiendo el pensamiento en vómito intelectual. Ni la floreciente Teología de la liberación consiguió consumarse, abortada por la Santa Madre Iglesia, temerosa de la ilusión de un paraíso en la tierra.
Pero, como si todas estas derrotas no hubiesen sido suficiente, Marx también se equivocó respecto a la bestia negra del capitalismo. Él nos prometió que se colapsaría y que los pobres recibirían por fin la tierra y el fruto del sudor de su frente. Sin embargo Capital amenaza con hacerse más fuerte en la crisis mientras acaba con los últimos reductos de socialdemocracia. Los estados se han convertido en rehenes de los bancos y del mercado. Y las personas, como sujetos de derechos, hemos acabado por desaparecer.
El único "opio del pueblo" que existe en la actualidad, el que verdaderamente es capaz de anestesiar a una sociedad, es el fútbol. Hasta yo he terminado sucumbiendo, aunque al principio no me di cuenta. El final de Liga, la final de la Liga de Campeones, la expectación del mundial. Por dentro me bullían cientos de pensamientos y sensaciones, pero prefería perderme en las vicisitudes deportivas que ponerme a escribir. Me cuesta mucho escribir estas palabras, ya que cada dos por tres busco cómo va el partido entre Francia y Urugay. ¿Qué me importa a mí? Nada, y ese es el secreto.
El otro día leía que los clubes de la primera división brasileña debían más de 1.000 millones de euros. Más de 500 millones pertenecen a la deuda de los equipos con la hacienda estatal, que crece progresivamente. Brasil, capital histórica del jogo bonito, ilustraba la situación del fútbol internacional. En la cuna del balonpié, Inglaterra, la deuda asciende a 3.000 millones. Y en España, que ostenta la mejor selección de la actualidad, la deuda es de 3.526 millones de euros, según el último estudio del profesor de Economía de la Universidad de Barcelona, José María Gay de Liébana. Esto es, 586.677.036.000 pesetas. Más de medio billón de pesestas.
Todo es matizable, claro. El líder en deuda, el Real Madrid (683 millones de euros de deuda) y el Barça (489 millones) copan el 53% de los ingresos. Más preocupante es lo que sucede con equipos como el Valencia, que debe 547 millones y depende de BanCaja Madrid. Los clubes deben al fisco español un total de 900 millones de euros, que crece de manera inexorable. Por cada euro que tienen deben 12,83 euros.
La pregunta es sencilla. ¿Se puede cobrar la deuda? Hay que pensar que la deuda de los equipos españoles, la mayor parte con Hacienda y con las Cajas de Ahorros, supone un 20% de lo que pretende ahorrar el ejecutivo con su "tijeretazo". La respuesta es que sí es posible, porque los clubes tienen unos activos totales de 3.800 millones de pesetas. Están repartidos de forma desigual, pero el pago podría suponer la liquidación de la deuda y de la Liga española. Y eso es inimaginable aunque a empresas pequeñas, por una deuda un 3.800% menor, se les obligue a cerrar.
El fútbol español es como el español medio. Uno podría decir que la Liga española es una liga de "primer orden", y que los beneficios que genera son un activo del país. Estoy de acuerdo, pero las fichas de los jugadores se pagan todos los años y la inflacción en el mercado es desorbitada. Cristiano Ronaldo habrá generado más de los 100 millones de euros que costó, pero lo que se sabe a ciencia cierta es que su club no ha comenzado a pagar el crédito que pidió por él. Y sólo hay que ver la ligereza con la que la prensa afirma que este año se van a gastar un pastizal parecido los clubes. Total, pagamos todos.
Los ciudadanos también creímos vivir en un país de "primer orden" y comenzamos a endeudarnos. Los bancos y los especuladores, después de darse una buena comilona con nuestro dinero, nos abandonan ahora. Ya no quieren nada de nosotros. Mientras vivíamos el sueño del progreso, sembrando campos y campos de hormigón, nos robaron nuestra soberanía. Mientras el dinero caía del cielo, confiamos nuestra capacidad de decisión a ladrones y políticos incapaces. Y ahora, ¿qué? Ya no jugamos el partido.
Todos los actores de nuestra sociedad andan completamente desorientados. Nos han robado la alfombra debajo de nuestros pies y, los vigías, los que están en posiciones de intuir qué nos deparará el futuro, sólo son capaces de mantener el rumbo hacia un mañana incierto. Ya advertía David Cameron, tras descargar su responsabilidad primero en Brown, que "los efectos de estas decisiones estarán con nosotros durante años, quizás durante décadas". Así, lo más fácil, es no querer pensar.
Y a eso ayuda precisamente La Roja. Si ganan el mundial es probable que aumente la natalidad, terminé de desaparecer la escasa conflictividad laboral que queda y seremos felices. En nuestros corazones sentiremos cierto calor. Incluso los que no tengan apego ninguno por España podrán sentirse orgullosos del trabajo de sus jugadores. De que la mayor parte de la población vuelva a ir con una sonrisa, al menos por un día, a su trabajo. Si me apuras, puede que aumente la producción. El fútbol es un bálsamo anímico.
En un mundo en el que las palabras no valen por sí solas, en el que todo argumento tiene su excepción, en el que toda certeza tiene su duda, el emotivismo y el sentimiento es el refugio del no-pensador. El fútbol, y el deporte en general, son los últimos reductos en los que el simbolismo y el mensaje trascienden para generar un mensaje. Unidad, esfuerzo, sacrificio, planificación, trabajo, solidaridad... son cosas necesarias en un equipo de fútbol. Un ejemplo es Can Barça , donde han cuidado esta filosofía y ahora mismo son imbatibles en lo deportivo. Hay más gente que llora por ganar o perder un partido que por la muerte sistemática de personas todos los días.
Allí está la furia. Allí está el corazón palpitante de una sociedad abatida y perdida. Ójala existiera el resorte para transmitir esa pasión hacia un mejor país. Hacia los valores de unidad, esfuerzo, sacrificio, planificación, trabajo y solidaridad. Quizá por eso algunos defienden que los jugadores se merecen 600 mil euros por cabeza si logran el título. Porque habrá millones de personas que durante unos días volverán a sentirse vivos.
Sueño con cambiar el mundo. Necesito cambiar el mundo. Quiero alimentar vuestras emociones y pediros que os levantéis conmigo, porque siento que es mi responsabilidad. Pero la pelota me queda demasiado grande.
Salud & aventura.
Pero, como si todas estas derrotas no hubiesen sido suficiente, Marx también se equivocó respecto a la bestia negra del capitalismo. Él nos prometió que se colapsaría y que los pobres recibirían por fin la tierra y el fruto del sudor de su frente. Sin embargo Capital amenaza con hacerse más fuerte en la crisis mientras acaba con los últimos reductos de socialdemocracia. Los estados se han convertido en rehenes de los bancos y del mercado. Y las personas, como sujetos de derechos, hemos acabado por desaparecer.
La crucifixión interminable. vía Roc Herms
Por no acertar, Marx tampoco acertó con aquello de "la religión es el opio de los pueblos". La sociedad, como tal, está al borde de la extinción, vapuleada por la naturaleza y las circustancias, víctima de su mezquina y egoísta naturaleza. ¿Se abraza desesperada a la religión? El fundamentalismo religioso es un gran útero en el que gestar la violencia y el dolor, el odio y el horror. Los marginados y oprimidos encuentran allí la única vía de escape permitida. Pero la realidad es que son utilizados por ayatolás, imánes, superiores generales de la Congregación, prelados y demás sumos sacerdotes para cumplir con sus intereses. Son herramientas para unos fines politicos, económicos o sociales y, por lo tanto, no están inactivos precisamente. Manipulan su energía, pero ellos todavía quieren luchar.El único "opio del pueblo" que existe en la actualidad, el que verdaderamente es capaz de anestesiar a una sociedad, es el fútbol. Hasta yo he terminado sucumbiendo, aunque al principio no me di cuenta. El final de Liga, la final de la Liga de Campeones, la expectación del mundial. Por dentro me bullían cientos de pensamientos y sensaciones, pero prefería perderme en las vicisitudes deportivas que ponerme a escribir. Me cuesta mucho escribir estas palabras, ya que cada dos por tres busco cómo va el partido entre Francia y Urugay. ¿Qué me importa a mí? Nada, y ese es el secreto.
En un baño del Santiago Bernabéu tuvieron esta original iniciativa para ahorrar en papel higiénico. vía el
El otro día leía que los clubes de la primera división brasileña debían más de 1.000 millones de euros. Más de 500 millones pertenecen a la deuda de los equipos con la hacienda estatal, que crece progresivamente. Brasil, capital histórica del jogo bonito, ilustraba la situación del fútbol internacional. En la cuna del balonpié, Inglaterra, la deuda asciende a 3.000 millones. Y en España, que ostenta la mejor selección de la actualidad, la deuda es de 3.526 millones de euros, según el último estudio del profesor de Economía de la Universidad de Barcelona, José María Gay de Liébana. Esto es, 586.677.036.000 pesetas. Más de medio billón de pesestas.
Todo es matizable, claro. El líder en deuda, el Real Madrid (683 millones de euros de deuda) y el Barça (489 millones) copan el 53% de los ingresos. Más preocupante es lo que sucede con equipos como el Valencia, que debe 547 millones y depende de BanCaja Madrid. Los clubes deben al fisco español un total de 900 millones de euros, que crece de manera inexorable. Por cada euro que tienen deben 12,83 euros.
La pregunta es sencilla. ¿Se puede cobrar la deuda? Hay que pensar que la deuda de los equipos españoles, la mayor parte con Hacienda y con las Cajas de Ahorros, supone un 20% de lo que pretende ahorrar el ejecutivo con su "tijeretazo". La respuesta es que sí es posible, porque los clubes tienen unos activos totales de 3.800 millones de pesetas. Están repartidos de forma desigual, pero el pago podría suponer la liquidación de la deuda y de la Liga española. Y eso es inimaginable aunque a empresas pequeñas, por una deuda un 3.800% menor, se les obligue a cerrar.
No hace falta ser un equipo de fútbol para endeudarte muy por encima de tus posibilidades. He aquí un Cristiano Ronaldo que mucha gente comprará para ver el mundial. Ya lo pagará usted mañana. Y con un poco de suerte, no hay mañana.
El fútbol español es como el español medio. Uno podría decir que la Liga española es una liga de "primer orden", y que los beneficios que genera son un activo del país. Estoy de acuerdo, pero las fichas de los jugadores se pagan todos los años y la inflacción en el mercado es desorbitada. Cristiano Ronaldo habrá generado más de los 100 millones de euros que costó, pero lo que se sabe a ciencia cierta es que su club no ha comenzado a pagar el crédito que pidió por él. Y sólo hay que ver la ligereza con la que la prensa afirma que este año se van a gastar un pastizal parecido los clubes. Total, pagamos todos.
Los ciudadanos también creímos vivir en un país de "primer orden" y comenzamos a endeudarnos. Los bancos y los especuladores, después de darse una buena comilona con nuestro dinero, nos abandonan ahora. Ya no quieren nada de nosotros. Mientras vivíamos el sueño del progreso, sembrando campos y campos de hormigón, nos robaron nuestra soberanía. Mientras el dinero caía del cielo, confiamos nuestra capacidad de decisión a ladrones y políticos incapaces. Y ahora, ¿qué? Ya no jugamos el partido.
Todos los actores de nuestra sociedad andan completamente desorientados. Nos han robado la alfombra debajo de nuestros pies y, los vigías, los que están en posiciones de intuir qué nos deparará el futuro, sólo son capaces de mantener el rumbo hacia un mañana incierto. Ya advertía David Cameron, tras descargar su responsabilidad primero en Brown, que "los efectos de estas decisiones estarán con nosotros durante años, quizás durante décadas". Así, lo más fácil, es no querer pensar.
Y a eso ayuda precisamente La Roja. Si ganan el mundial es probable que aumente la natalidad, terminé de desaparecer la escasa conflictividad laboral que queda y seremos felices. En nuestros corazones sentiremos cierto calor. Incluso los que no tengan apego ninguno por España podrán sentirse orgullosos del trabajo de sus jugadores. De que la mayor parte de la población vuelva a ir con una sonrisa, al menos por un día, a su trabajo. Si me apuras, puede que aumente la producción. El fútbol es un bálsamo anímico.
En un mundo en el que las palabras no valen por sí solas, en el que todo argumento tiene su excepción, en el que toda certeza tiene su duda, el emotivismo y el sentimiento es el refugio del no-pensador. El fútbol, y el deporte en general, son los últimos reductos en los que el simbolismo y el mensaje trascienden para generar un mensaje. Unidad, esfuerzo, sacrificio, planificación, trabajo, solidaridad... son cosas necesarias en un equipo de fútbol. Un ejemplo es Can Barça , donde han cuidado esta filosofía y ahora mismo son imbatibles en lo deportivo. Hay más gente que llora por ganar o perder un partido que por la muerte sistemática de personas todos los días.
Allí está la furia. Allí está el corazón palpitante de una sociedad abatida y perdida. Ójala existiera el resorte para transmitir esa pasión hacia un mejor país. Hacia los valores de unidad, esfuerzo, sacrificio, planificación, trabajo y solidaridad. Quizá por eso algunos defienden que los jugadores se merecen 600 mil euros por cabeza si logran el título. Porque habrá millones de personas que durante unos días volverán a sentirse vivos.
Sueño con cambiar el mundo. Necesito cambiar el mundo. Quiero alimentar vuestras emociones y pediros que os levantéis conmigo, porque siento que es mi responsabilidad. Pero la pelota me queda demasiado grande.
Salud & aventura.
4 comentarios:
...tras un comentario, en "Astérix en Hispania",soltaban un tópico: ¡olé!... ahora lo he entendido, ¡olé!.
Por si sirve, ahí va mi hombro, pero sigue siendo enoooorme...
No te canses Guille. Dale que entre todos podemos. Vamos a por el Mundial.
Salud&aventura
No te canses Guille. Dale que entre todos podemos. Vamos a por el Mundial.
Salud&aventura
Gran post, Guille, ¡de verdad! En el fondo, la pasión por los equipos yo creo que radica en que no podemos hacer nada material para lograr el objetivo. Pagamos, liberamos nuestros sentimientos más básicos entre la multitud, nos sentimos parte de algo, y ya está. Son como adorar a un ídolo, un Dios. Es un acto de Fé. Y no hay nada más gratificante que tu Fé sea reafirmada. Y el Ser Humano, por naturaleza, necesita creer en algo que pueda ser cumplido. El problema está en cambiar los deseos por unas manos, que desde la responsabilidad, quieran hacer algo por ayudar a los demás. A mi el deporte nunca me ha desatado pasiones, y siempre me ha parecido increíble cómo la gente puede alegrarse tanto por su equipo, cuando objetivamente no les aporta más que entretenimiento. A mi forma de ver, es un problema cultural, y no me parece nada positivo. Es cierto que es el opio del pueblo, en su expresión más despectiva posible. Y me da igual que la gente sea más feliz. Es una felicidad totalmente inútil.
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