“El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser
reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de
los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada y la ayuda a
otros países debe eliminarse para que Roma no vaya a la bancarrota.
La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a
costa del Estado.”MARCO TULIO CICERON Año 55 A.C
Rodríguez ha fracasado tanto en su proyecto político como económico, hundido en la zozobra de este comienzo de siglo. No ha estado solo, porque con él se hunde todo un sistema y una visión del mundo tan negligente como eficiente. Porque, no nos engañamos, somos sujetos de la Historia que en un futuro, quizá no muy lejano, ilustrarán los libros -¿los chips?- de historia. O la memoria de lo que quede.
Yo no soy economista ni filósofo. De lo primero soy víctima y de lo segundo tengo lo mismo que todos vosotros. Lo único que sé es que el comunismo teórico fracasó en su aplicación histórica, y que la posibilidad de que se repita nos aterra. Sin embargo nadie dice que el sistema capitalista, que tiene una fermentación ideológica mucho más longeva y cuya aplicicación ha sido celebrada e impulsada desde hace ya más de dos siglos, puede ser el culpable de los millones de personas que viven actualmente en la pobreza y de otros miles de millones que murieron en ella.
También se le puede culpar de la degradación del ecosistema, de acelerar el cambio climático poniendo en peligro el equilibio natural o ecosistema. La sobreexplotación de los recursos naturales y los seres vivos del planeta, en la consecución de una mayor producción y, por ende, de mayores beneficios, ha afectado al planeta. No me lo invento yo, que tampoco soy biólogo, es un hecho constatable al mirar por la ventana.
La exaltación de la búsqueda de la felicidad individual ha sumido en el desamparo los valores sociales como el respeto, la solidaridad o la tolerancia, socavando los pilares de estos: la educación, la justicia o la política. Incluso se ha atrevido a mercantilizarlos, convirtiéndolos en objetos de la oferta y la demanda. Creando hombres huecos, compuestos de conceptos y complementos de quita y pon. Nuestros deseos son guiados, clasificados y explotados.
Nunca, hasta este momento, habíamos tenido tan poca intimidad. La exposición permanente es garantía de seguridad. Y de negocio. La opinión pública actúa de víctima, acusador, juez y ejecutor, aunque sólo se lleve por delante la dignidad de las personas. En un mundo globalizado la verdad desaparece difuminada en millones de impulsos electrónicos. Y su vida también es breve, cosa que interesa cuando se trata de competir en desventaja.
Pero no soy tan necio como para ignorar los incontables progresos que hemos logrado al mando de la máquina del capitalismo. Todos los avances científicos y sociales de nuestro siglo son encomiables, pero es una falacia afirmar que son consecuencia del Capitalismo. La libertad humana se traduce en su capacidad de configurar el mundo a pesar de las circustancias. A lo mejor no habría tanto progreso, a lo mejor habría más igualdad. Y cuando hablo de igualdad, hablo de oportunidades.
El sistema ha fallado, sí, pero también hemos fallado los gestores de su patrimonio. Desde los especuladores y los financieros que arriesgaron hasta el colapso, hasta el currela que se endeudó pensando que todo era jauja. Erramos también como sociedad al no escoger a los mejores para el gobierno, alimentando una casta política que posée nuestra soberanía pero, ahora más que nunca, carece de nuestra confianza.
Y no han faltado luces ni palabras sabias que intentaron orientarnos por el buen camino. No hablo de filósofos, artistas o expertos, que también. Hablo de la voz de la memoria, de nuestros abuelos, de la palabra de la Historia, que aun sin contar con el aval de la razón, sí es franca en cuanto experiencia. Cicerón, el gran orador romano, tenía una receta para una crisis global que llegaría 2065 años después. Y no es visión profética, es sentido común. El Imperio Romano cayó, como también caerá el actual, por la sordera de un pueblo inflado en la riqueza y decadente de entendederas.
La evolución ha demostrado que en el mundo natural la esencia es cambio, y lo sé sin ser físico. Igualmente las relaciones personales y sociales tienen que ir cambiando, adaptándose el sistema. El proceso no puede ser al contrario, porque el sistema fagocita y controla la esencia de lo que en buena parte somos: cambio. Sólo hay que ver cómo consume cualquier cosa -modas, artistas, políticos, pensadores- en cuestión de días, semanas o meses, hasta dar con la siguiente víctima.
Nuestro modelo de vida era insostenible desde el momento en el que para mantenerlo hacía falta tener millones de personas esclavizadas y explotadas. Nuestro modelo de vida se torna inmoral cuando pretendemos perpetuarlo -refundarlo- pese a su inhumandidad manifiesta. En un mundo globalizado e intercomunicado, nuestras voces suenan más solitarias que nunca y han conseguido que no sepamos ni qué pensar, dónde protestar o cómo. Y que la miseria que nos rodea se mantenga gracias a nuestra conciencia culpable e impotencia.
Y no, no es tan sencillo como echar toda la culpa a los bancos y empresarios, que se comportan como niños mal criados y déspotas. Nosotros los hemos alimentado durante años, forjando cada vez más sólidos los eslabones de sus cadenas. Y, aunque su auténtica función sea generar riquezas y progeso para la sociedad entera, su perversión en el lucro sobre todas las cosas ha sido permitida y sostenida por todos nosotros. Todos hemos soñado con serlo algún día.
Tampoco es un problema político exclusivamente. Tenemos lo que tenemos porque exigimos lo que exigimos: nada. De Rodríguez poco más puedo decir. Le gritaron "no nos falles" y falló. No sólo su gestión ha sido regular; ha sucumbido a las circustancias, posiblemente porque nunca quiso ser realista. La idea del talante era fundamental, pero no supo generar cohesión social con su política. Para ello no contó con la ayuda de nuestra derecha política, paradigma de todo lo malo del sistema y de la casta privilegiada en particular: corrupción, demagogia, servilismo, manipulación y mentira. Pero los grandes perdedores son sus bases, que ven la completa pérdida de asideros en los que conformar un opción política coherente o, al menos, convicente.
¿Qué os puedo decir? Que no se trata de partidismos, no se trata de creencias y que no se trata de buenos o malos. Se trata de todos nosotros y de decidir cómo y qué queremos. El enemigo no es sólo el hombre sin escrúpulos al que le hemos dado más poder que nunca, sino también nuestra propia ignorancia.
No hablo de instaurar un nuevo sistema, hablo de dar el siguiente paso de lo que, espero, sea un largo camino. Como soy un mal nostradamus, seguro que es así y encontramos el camino. Pero convendría darnos prisa.
De lo contrario, perdemos todos.
Salud & aventura.
Yo no soy economista ni filósofo. De lo primero soy víctima y de lo segundo tengo lo mismo que todos vosotros. Lo único que sé es que el comunismo teórico fracasó en su aplicación histórica, y que la posibilidad de que se repita nos aterra. Sin embargo nadie dice que el sistema capitalista, que tiene una fermentación ideológica mucho más longeva y cuya aplicicación ha sido celebrada e impulsada desde hace ya más de dos siglos, puede ser el culpable de los millones de personas que viven actualmente en la pobreza y de otros miles de millones que murieron en ella.
También se le puede culpar de la degradación del ecosistema, de acelerar el cambio climático poniendo en peligro el equilibio natural o ecosistema. La sobreexplotación de los recursos naturales y los seres vivos del planeta, en la consecución de una mayor producción y, por ende, de mayores beneficios, ha afectado al planeta. No me lo invento yo, que tampoco soy biólogo, es un hecho constatable al mirar por la ventana.
La exaltación de la búsqueda de la felicidad individual ha sumido en el desamparo los valores sociales como el respeto, la solidaridad o la tolerancia, socavando los pilares de estos: la educación, la justicia o la política. Incluso se ha atrevido a mercantilizarlos, convirtiéndolos en objetos de la oferta y la demanda. Creando hombres huecos, compuestos de conceptos y complementos de quita y pon. Nuestros deseos son guiados, clasificados y explotados.
Nunca, hasta este momento, habíamos tenido tan poca intimidad. La exposición permanente es garantía de seguridad. Y de negocio. La opinión pública actúa de víctima, acusador, juez y ejecutor, aunque sólo se lleve por delante la dignidad de las personas. En un mundo globalizado la verdad desaparece difuminada en millones de impulsos electrónicos. Y su vida también es breve, cosa que interesa cuando se trata de competir en desventaja.
Pero no soy tan necio como para ignorar los incontables progresos que hemos logrado al mando de la máquina del capitalismo. Todos los avances científicos y sociales de nuestro siglo son encomiables, pero es una falacia afirmar que son consecuencia del Capitalismo. La libertad humana se traduce en su capacidad de configurar el mundo a pesar de las circustancias. A lo mejor no habría tanto progreso, a lo mejor habría más igualdad. Y cuando hablo de igualdad, hablo de oportunidades.
El sistema ha fallado, sí, pero también hemos fallado los gestores de su patrimonio. Desde los especuladores y los financieros que arriesgaron hasta el colapso, hasta el currela que se endeudó pensando que todo era jauja. Erramos también como sociedad al no escoger a los mejores para el gobierno, alimentando una casta política que posée nuestra soberanía pero, ahora más que nunca, carece de nuestra confianza.
Y no han faltado luces ni palabras sabias que intentaron orientarnos por el buen camino. No hablo de filósofos, artistas o expertos, que también. Hablo de la voz de la memoria, de nuestros abuelos, de la palabra de la Historia, que aun sin contar con el aval de la razón, sí es franca en cuanto experiencia. Cicerón, el gran orador romano, tenía una receta para una crisis global que llegaría 2065 años después. Y no es visión profética, es sentido común. El Imperio Romano cayó, como también caerá el actual, por la sordera de un pueblo inflado en la riqueza y decadente de entendederas.
La evolución ha demostrado que en el mundo natural la esencia es cambio, y lo sé sin ser físico. Igualmente las relaciones personales y sociales tienen que ir cambiando, adaptándose el sistema. El proceso no puede ser al contrario, porque el sistema fagocita y controla la esencia de lo que en buena parte somos: cambio. Sólo hay que ver cómo consume cualquier cosa -modas, artistas, políticos, pensadores- en cuestión de días, semanas o meses, hasta dar con la siguiente víctima.
Nuestro modelo de vida era insostenible desde el momento en el que para mantenerlo hacía falta tener millones de personas esclavizadas y explotadas. Nuestro modelo de vida se torna inmoral cuando pretendemos perpetuarlo -refundarlo- pese a su inhumandidad manifiesta. En un mundo globalizado e intercomunicado, nuestras voces suenan más solitarias que nunca y han conseguido que no sepamos ni qué pensar, dónde protestar o cómo. Y que la miseria que nos rodea se mantenga gracias a nuestra conciencia culpable e impotencia.
Y no, no es tan sencillo como echar toda la culpa a los bancos y empresarios, que se comportan como niños mal criados y déspotas. Nosotros los hemos alimentado durante años, forjando cada vez más sólidos los eslabones de sus cadenas. Y, aunque su auténtica función sea generar riquezas y progeso para la sociedad entera, su perversión en el lucro sobre todas las cosas ha sido permitida y sostenida por todos nosotros. Todos hemos soñado con serlo algún día.
Tampoco es un problema político exclusivamente. Tenemos lo que tenemos porque exigimos lo que exigimos: nada. De Rodríguez poco más puedo decir. Le gritaron "no nos falles" y falló. No sólo su gestión ha sido regular; ha sucumbido a las circustancias, posiblemente porque nunca quiso ser realista. La idea del talante era fundamental, pero no supo generar cohesión social con su política. Para ello no contó con la ayuda de nuestra derecha política, paradigma de todo lo malo del sistema y de la casta privilegiada en particular: corrupción, demagogia, servilismo, manipulación y mentira. Pero los grandes perdedores son sus bases, que ven la completa pérdida de asideros en los que conformar un opción política coherente o, al menos, convicente.
De iz. a drcha: George Soros, James Simons, John Paulson, Philip Falcone y Kenneth Griffin. Los nuevos depredadores de destrucción masiva. Vía Cotizalia
Lo peor que puede pasar es que se reinicie todo el sistema sin cambiar el programa. Porque empiezo a ver los primeros indicios de un nuevo tipo de depredador al que ya no le preocupa esconderse. La izquierda y la derecha son objetos del pasado, muertos en su propia desidia y empachados de las prebendas del capitalismo. Y ahora se empiezan alzar las voces de "gente normal" que predica en busca de libertad. "Vive y deja vivir" es el lema del que puede vivir, obviamente no del que está al borde del precipicio. Una nueva casta de prohombres dispuestos a forzar la máquinas hasta que su propia defunción carezca de sentido porque no dejarán nada detrás.¿Qué os puedo decir? Que no se trata de partidismos, no se trata de creencias y que no se trata de buenos o malos. Se trata de todos nosotros y de decidir cómo y qué queremos. El enemigo no es sólo el hombre sin escrúpulos al que le hemos dado más poder que nunca, sino también nuestra propia ignorancia.
No hablo de instaurar un nuevo sistema, hablo de dar el siguiente paso de lo que, espero, sea un largo camino. Como soy un mal nostradamus, seguro que es así y encontramos el camino. Pero convendría darnos prisa.
De lo contrario, perdemos todos.
Salud & aventura.
4 comentarios:
La sensacion es cierta, acabamos de llegar, hay un cierto caos y desconocemos la ciudad, el idioma y a las personas, ¿por dónde tirar?...¿qué hago yo aquí?... casi no se a dónde iba cuando me han pillado de improviso...Da igual, vayas hacia donde vayas será un camino, y la verdad, peor casi imposible... pero hay que caminar, primero solos, luego nos iremos uniendo, eso espero, y tampoco soy profeta... Tal vez haya que "herrar al sistema".
En efecto, estamos de pantallazo azul en toda regla. Cuando este problema persiste, lo mejor suele ser formatear y empezar de nuevo. Yo lo dejo caer.
Hay unas series de dibujos animados (anime) venidos de Japón, llamado anime, donde nos muestran futuros próximos en donde las naciones están supeditadas a grandes corporaciones o multinacionales. Y siempre está el héroe de turno que salva al país, al mundo o al universo de turno.
La idea, la de ser gobernados por personas sin escrúpulos donde el dinero es lo importante y la persona deja de ser persona a ser un mero trozo de carne que sostiene a un puñado de personas que viven a todo tren y se jacta de ello. Ésta idea venida del lejano oriente, por tanto que no nos toca, es lejana y para ver en dibujos pues no queda mal
Pues me acojona que un guionista del lejano oriente nos haga pasar el rato con unas ideas que pueden parecer lejanas pero que si nos fijamos bien son más reales de lo que se cree.
Los bancos tienen más dinero y lo invierten en: materias primas, energía, investigación y armamento normalmente. Vamos que si les dan controlan lo básico para controlar un país. Pero esa idea será más bien cercana que lejana, sino hacemos algo. ¿Pero quién pone el cascabel al gato?
El error sería no leerte.
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