sábado, 11 de julio de 2009

Cosas que pasan (VII): Las cosas como son

Ayer murió un chico de 27 años en un instante de mala suerte. No era la primera vez que experimentaba la descarga de adrenalina que supone correr delante de un toro bravo, pero esta vez fue la última. Daniel, que así se llamaba, era de Alcalá de Henares, pero sus abuelos eran navarros, vecinos de Enériz durante muchos años. Ayer, como decía, su nieto murió en el encierro de las fiestas de esta gloriosa ciudad.

Y no pasa nada. Al contrario que muchos otros, Daniel sabía de qué iba esto. Sabía que cada mañana, en el recorrido del encierro, se jugaba la vida. No sólo por los toros, también por la masificación, por el miedo, y por supuesto, por la mala fortuna. El viernes a la mañana no fue la primera vez que caía al suelo durante la carrera, pero sí la primera que se quedó sentado mirando al toro. Un instante, un segundo. Una vida que se ha ido.

El encierro es así. Cuando alguien muere borracho al volante de su coche la gente habla de desgracia, pero es una consecuencia. Daniel, sensato, deportista y apasionado de estas fiestas, sabía que su vida estaba en juego. Y para poder jugar, para poder jugar de verdad, hay que saber también perder. Sí, es una desgracia, pero eso es el encierro. Y aunque quizá me critiquen, la muerte es parte del trato en el encierro. Y de la guerra y de la vida misma. Por eso es una pena que algunos se llenen los bolsillos con ella.

Ayer las portadas de todos los medios pusieron la cara de Daniel. Su rostro, sin vida, fue lo primero que vieron miles de personas al entrar en las diferentes ediciones digitales. La muerte, repugnante y cruda, venía a martillar las conciencias. No tardó el paradigma del periodismo de estos tiempos, el que busca rentabilidad a cualquier precio y vive de las rentas políticas, en hacer presencia. Pedro J. Ramírez tiene hoy en su portada la foto de Daniel, amante de los sanfermines, con un titular que insinúa que la fiesta tiene que cambiar.

No voy a ahondar en la polémica. Paco, Mikel Ariglia y Luisgui, entre otros, ya han dicho las cosas claras y como había que decirlas. Ayer se volvió a demostrar que el periodismo se muere por la falta de honestidad, rigurosidad y calidad, no por falta de información ni interés.

Daniel es el chico de la camiseta a rayas de la izquierda. Creo que esta es la imagen que
merece una breve nota sobre su muerte
. Vía DN

Salud & aventura a su familia, a su novia, a sus amigos, a sus compañeros de trabajo que vinieron con el mono de trabajo puesto. Y por supuesto, a todos los demás.

3 comentarios:

izanik dijo...

Me alegro de que critiques el periodismo, y espero que lo hagas hasta donde puedas. Ser periodista no es como ser informático. Los periodistas crean el contenido de la comunicación, que es la que modela el mundo. Una crítica constructiva, acompañada de un trabajo coherente, es el mejor arma que puedes utilizar.

Un saludo!

drakul dijo...

Han aparecido esta semana un montón de 'todólogos', que 'saben' de todo, y que probablemente no han pisado Pamplona en su vida ni han visto un toro a menos de 50 metros, proponiendo millones de cambios para el encierro. Yo les diría, igual que tú, que el encierro es vida y muerte, que el riesgo sabe dulce en mil ocasiones, y muy amargo en una. Que quienes sabemos qué es un encierro, sabemos que no se puede eliminar el riesgo, sino sólo tratar de minimizarlo. Les diría que Daniel también lo sabía.

Senior dijo...

¡Honor y gloria! ... Supo por qué moría, por eso sus años de corredor le dieron, como he leido por ahí, una estupenda sonrisa, una eterna sonrisa.
Con los suyos, nos con-dolemos todos por su pérdida, pero algunos, posiblemente, comprendan con admiracion su final.