Despues de que Hussein pronunciara su discurso en la Universidad del Cairo, muchas personas dijeron, y también me lo dijeron a mí, "a éste se lo van a cargar". Gente separada ideológicamente, espacialmente y socialmente. Lo peor es que, como humanos que vivimos en este mundo y en este tiempo, tal conjetura no resulta descabellada. A Jesucristo lo crucificaron, como a muchos mártires, a Sócrates le condenaron a muerte, a Ghandi le dispararon, como a Isaac Rabin, a Martin Luther King le asesinaron, a Mandela le encarcelaron, como a Galileo, y muchos otros murieron en el anonimato o fueron marginados por cosas sencillas como la verdad, la palabra, la paz y el amor.
Quizá sólo sea que somos animales, pero yo me siento dolorosamente humano leyendo el discurso. Quiero creer en Hussein Obama, me gusta beber sus palabras. Nacho Escolar lo comentaba el otro día en su blog: la vuelta de las palabras como transmisoras de mensaje. La retórica ha sido mal vista desde que los sofistas decidieron poner el lenguaje al servicio de sus propósitos. Pero maldita sea, nadie dijo que los propósitos tuvieran que ser malos.
El cine de hollywood vive de discursos y los libros viven de palabras. La música, incluso las partituras más clásicas, encierran palabras. Encierran mensajes con la fuerza suficiente para cambiar el mundo interior de los que escuchamos, leemos y vemos lo que se nos propone. La arquitectura de nuestro mundo está hecha de palabras, y reaccionamos ante el que sepa mimarlas y tratarlas como se merecen. Y por ello también les tenemos miedo, porque propagandistas y periodistas como Lenin y Mussolini también dominaron la palabra con nefastas consecuencias.
¿Por qué no queremos creer que Barack Hussein Obama pueda cumplir un 10% de lo que promete?, ¿por qué nos da miedo la decepción?. Vivimos gobernados por borregos, por gente que se sabe despreciada y que nos desprecia. Y no, no voy a salvar a nadie, porque aquí nadie pierde nunca, aunque nos vaya cada vez peor y acabemos perdiendo todos. Ahí tienes esta crisis económica de pastores y ganado. Dejando de lado las ideologías, el problema es de base. A mí no me jode que gane la derecha en Europa, me jode que gane esta derecha. Y si ganan, es que la izquierda está peor.
La izquierda está peor por no haber sabido hacer que "el estado del bienestar" educara a sus vástagos para mantenerlo y hacerlo más grande. No ha sabido hacer amantes de la cultura, de la palabra, del mundo más allá de sus fronteras. Enseñar no sólo a amar la ciencia y la naturaleza, enseñar también que el mundo es uno más que debe disfrutar del bienestar. Fracasó, y ahora vive en una deriva de identidad entre extremos radicales.
Yo quiero creer en Hussein. Igual el secreto de la vida está en aprender a sobreponerse a la decepción. Sé que parece imposible confiar en un político, pero creo que me arriesgaré. ¿Y si llega el cambio? Al menos, en las formas de hacer política, para mí ha hecho mucho este negro de padre keniata y oriundo de Hawai. Quiero creer en las personas, en que juntas podemos cambiar las cosas. Igual éste es el momento. "Hoy es siempre todavía", que decía Machado.
No seamos tan cenizos de decir que Obama son sólo palabras bonitas, que el mundo es horrible y ya está. Si millones de personas creen en dioses, cómo no creer en el que tenemos al lado. Exijamos políticos que sepan hablar al menos, que nos regalen el oído mientras hacen lo que tengan que hacer, aunque sea impopular -y no para beneficiarse él y sus amigos-. Que se gasten millones en sus campañas, pero se los gasten bien. Que tengan asesores, pero que asesoren de verdad. Que se equivoquen, pero no por ganar unas elecciones.
Claro que podemos, no lo dudéis.
Salud & aventura & esperanza -de la buena-.
La banda sonora perfecta para esto está en Rockanrola.
Quizá sólo sea que somos animales, pero yo me siento dolorosamente humano leyendo el discurso. Quiero creer en Hussein Obama, me gusta beber sus palabras. Nacho Escolar lo comentaba el otro día en su blog: la vuelta de las palabras como transmisoras de mensaje. La retórica ha sido mal vista desde que los sofistas decidieron poner el lenguaje al servicio de sus propósitos. Pero maldita sea, nadie dijo que los propósitos tuvieran que ser malos.
El cine de hollywood vive de discursos y los libros viven de palabras. La música, incluso las partituras más clásicas, encierran palabras. Encierran mensajes con la fuerza suficiente para cambiar el mundo interior de los que escuchamos, leemos y vemos lo que se nos propone. La arquitectura de nuestro mundo está hecha de palabras, y reaccionamos ante el que sepa mimarlas y tratarlas como se merecen. Y por ello también les tenemos miedo, porque propagandistas y periodistas como Lenin y Mussolini también dominaron la palabra con nefastas consecuencias.
¿Por qué no queremos creer que Barack Hussein Obama pueda cumplir un 10% de lo que promete?, ¿por qué nos da miedo la decepción?. Vivimos gobernados por borregos, por gente que se sabe despreciada y que nos desprecia. Y no, no voy a salvar a nadie, porque aquí nadie pierde nunca, aunque nos vaya cada vez peor y acabemos perdiendo todos. Ahí tienes esta crisis económica de pastores y ganado. Dejando de lado las ideologías, el problema es de base. A mí no me jode que gane la derecha en Europa, me jode que gane esta derecha. Y si ganan, es que la izquierda está peor.
La izquierda está peor por no haber sabido hacer que "el estado del bienestar" educara a sus vástagos para mantenerlo y hacerlo más grande. No ha sabido hacer amantes de la cultura, de la palabra, del mundo más allá de sus fronteras. Enseñar no sólo a amar la ciencia y la naturaleza, enseñar también que el mundo es uno más que debe disfrutar del bienestar. Fracasó, y ahora vive en una deriva de identidad entre extremos radicales.
Yo quiero creer en Hussein. Igual el secreto de la vida está en aprender a sobreponerse a la decepción. Sé que parece imposible confiar en un político, pero creo que me arriesgaré. ¿Y si llega el cambio? Al menos, en las formas de hacer política, para mí ha hecho mucho este negro de padre keniata y oriundo de Hawai. Quiero creer en las personas, en que juntas podemos cambiar las cosas. Igual éste es el momento. "Hoy es siempre todavía", que decía Machado.
No seamos tan cenizos de decir que Obama son sólo palabras bonitas, que el mundo es horrible y ya está. Si millones de personas creen en dioses, cómo no creer en el que tenemos al lado. Exijamos políticos que sepan hablar al menos, que nos regalen el oído mientras hacen lo que tengan que hacer, aunque sea impopular -y no para beneficiarse él y sus amigos-. Que se gasten millones en sus campañas, pero se los gasten bien. Que tengan asesores, pero que asesoren de verdad. Que se equivoquen, pero no por ganar unas elecciones.
Claro que podemos, no lo dudéis.
Salud & aventura & esperanza -de la buena-.
La banda sonora perfecta para esto está en Rockanrola.
1 comentario:
¡God save a Obama!... lengua del imperio. pero cundo se pierde la ilusion, la emocion, la esperanza, la idea, la justicia, incluso la libertad, nos queda la palabra... ¡que dificl es aceptar ser impopular!, incomprendido, que mal sienta que rechacen tu propuesta, que no comprendan tu mensaje, decias y decias bien, que aceptar la frustración es el scrto de la felicidad, o por lo menos de la tranquilidad, por que al final algún eremita dirá eso de que tras la noche, tras las estrellas, viene el amanecer... salud y esperanza (de la buena)...
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